Pensar en lo que hacemos (II)

Publicado el 13 noviembre 2011 por Alfredo

Alfredo-Esperad un momento amigos, creo que el Extranjero no ha terminado aún de contarnos sus pensamientos.
Pablo- ¿Y qué pensamientos son querido hermano? Pues tanto tú como yo nos preocupamos de los mismos asuntos y por ello te considero hermano. ¿Qué es lo que perturba tu alma? Déjalo salir para que podamos reflexionar todos.
Extranjero- Esta bien querido Pablo, os contaré mis penas y temores fundados en la agonía que suscita pensar y no ser comprendido. Así pues compartiré con vosotros las terribles imágenes que mis ojos sufren día a día. ¿No es cierto, jóven Pablo, que el Ser Humano ha nacido libre?
Pablo- En efecto querido Extranjero. El ser Humano nace libre, posee en su naturaleza la voluntad de dedidir y la facultad de obrar.
Extranjero-Pero, ¿no es cierto que habiendo nacido libre, pronto se le han puesto cadenas para que su alma no piense, no decida y por tanto no actúe?
Pablo-¿En qué sentido afirmas esto con tanta severidad?
Extranjero- En el único sentido que podamos reflexionar aquí y ahora. Pues, en efecto, el Ser Humano nace libre pero se le condiciona con un lenguaje, con una cultura, con una opinión, y pronto, se le obliga a trabajar, a votar lo que le dictan otros sin tiempo alguno para que su alma trascienda a las cadenas.
Pablo- ¿Y quiénes son los otros que tanto afirmas con seguridad?
Antonio- Lo otro que la libertad es el dinero. Lo otro que la dignidad es la manipulación en los medios. Lo otro que la vida es la esclavitud de la deuda. Lo otro que la moral es la injusticia.
Alfredo- Tienes razón querido Antonio. Lo otro que al Ser Humano es el Ser Humano.
Pablo- ¿Te refieres a la cita del célebre Tito Macio Plauto: Lupus est homo homini, non homo, quom qualis sit non novit?
Alfredo- En efecto, afirmo que cuando los hombres se desconocen se convierten en sus propios enemigos.
Pablo- Sin embargo han sido milenios el tiempo transcurrido para que el hombre conozca al otro, y sólo hemos heredado guerras, hambrunas, violencia, y esclavitud.
Alfredo- En efecto Pablo, pero ¿por qué el hombre que es digno de las cosas más grandes elige en cambio las más pequeñas?
Pablo- Por la libertad misma de la que participa el hombre. Como sabréis, tras mi última publicación concluí que el cristianismo, a través del pensamiento de San Agustín, concibe al hombre como un ser libre capaz de elegir entre un bien y otro, pero que, sin embargo, no todos los bienes poseen el mismo valor y naturaleza. Por ello, existen bienes superiores que se relacionan con lo eterno y bienes inferiores que se relacionan con lo venidero. El hombre pecador es, para San Agustín y el Cristianismo, aquél que, capacitado por elegir el bien superior elige, en cambio, un bien inferior.
Extranjero- ¡Exacto! Y creo que podríamos atribuir al hombre lúcido del siglo XXI como el hombre pecador de San Agustín. Aunque, siempre y cuando, nos mantengamos en el juicio crítico sin caer en los cantos de sirena que tanta seducción ocasionó al gran Ulises.
Antonio- ¿Te refieres a no caer en el consuelo de la creencia religiosa?
Extranjero- Efectivamente. ¿Es que hay algo que deseas compartir querido Antonio?
Antonio- Tengo una visión que compartir que lleva años persuadiéndome y que, tras largas horas de meditación sigo convencido de lo que pienso.
Extranjero- ¿Y qué es lo que piensas? No temas, por nuestra parte estamos encantados de escucharte.
Antonio- Intentaré complaceros y aportar a esta gran empresa que os traéis entre manos. Así pues, intentaré no prolongar mi discurso, pues no me gustaría parecerme al orador político, que tras largos discursos a través de la televisión, deja a uno atontado y persuadido con su lengua bífida, y todo esto tiene que ver y mucho con lo que ahora os voy a presentar.
Extranjero- Adelante, no te cortes por nosotros, aunque ya andamos algo cansados, pero escuchar las reflexiones de nuestros hermanos nos revitaliza siempre el alma.
Antonio- A la primera pregunta que me habíais planteado, he cambiado de opinión, persuadido de que estaba en el error. Así pues, me cegaba la impotencia de obrar y la cobardía de pensar. Sin embargo, bien es cierto que recobro fuerzas y valor para luchar contra el mundo por el bien del mundo, contra el Ser Humano por el bien del Ser Humano.
Ahora que, gracias a vosotros, me habéis situado en el camino de la reflexión os plantearé lo siguiente: ¿no es acaso prudente afirmar que el mal del hombre es su propia ignorancia? Por supuesto que sí, pero, ¿a qué es debido esta ignorancia? A la falta de educación. Exacto, he aquí el gran problema. La educación. Pero, ¿qué tipo de educación? La presente en una sociedad de masas como la nuestra. En efecto, por desgracia el fenómeno de la globalización provocó que los países se rearmaran en conocimientos empresariales, técnicos y científicos con el único fin de ser una super-potencia económica. Es decir, a grandes rasgos, la educación pasó a ser la sirvienta de los intereses económicos y no de las inquietudes del Ser Humano. Es decir, el nuevo rumbo de la educación pasó a ser evidentemente de tipo práctico y productivo.
Debido a esta transformación radical de la educación, la sociedad de masas comenzaron a educarse para fines prácticos y productivos, sustentando de esta forma la cultura capitalista que conocemos bien a día de hoy. Esto no sólo provocó la ignorancia de diversos campos del saber como la literatura, la historia y la filosofía, sino que ademas, provocó un gran desconocimiento en el Ser Humano y por ello, pueden explicarse, que no justificarse, que los hombres clamen al cielo en vez de tomar las riendas de su propio destino.