Pensar la democracia

Publicado el 07 junio 2021 por Jcromero

Tras las elecciones en la Comunidad de Madrid, hubo quien expresó su descontento a través de las redes sociales por la contundente victoria de un partido salpicado por la corrupción. Sin embargo, más que poner en duda la inteligencia electoral de los madrileños, cabría preguntarse por la coincidencia en el voto de trabajadores y empresarios, de barrios obreros y zonas residenciales.

Mejor que descalificar a ese electorado como traidor, ignorante o masoquista, sería preferible analizar el porqué de ese voto. Al respecto, algunas preguntas: ¿Coinciden los intereses de ese electorado con los de las opciones políticas que teóricamente les representan? ¿Hablaron de sus respectivos proyectos los diferentes partidos? ¿Abordaron en la campaña electoral la gestión y los servicios públicos?

Conocidos los resultados de Madrid, leo Los pocos y los mejores de José Luis Moreno Pestaña. Un libro que analiza el funcionamiento de la democracia y advierte de su degeneración. Preocupado por la evolución política desde la crisis de 2008 a la de 2020, su autor afirma que se ha pasado de "la eclosión participativa de la gente común, a casi dimitir de la política", se pregunta cómo hacer política y recurre a la historia de la democracia para "recordar el conjunto de herramientas que cabe utilizar para decidir con criterio".

Sin intención de reseñar, de su lectura y de la observación del panorama político, surgen algunas preguntas: ¿La convocatoria reiterada de elecciones prueba la robustez del sistema democrático? ¿Está preparado el electorado para decidir en manos de quiénes deja el poder? ¿Están capacitados los electos para asumir tal cometido?

La democracia es al diálogo, debate y acuerdo, lo que la política es a la toma de decisiones. Por otra parte, sin libertad para estar informado y en su caso discrepar, no hay democracia. Sin un mínimo de conocimiento e interés ciudadano, tampoco. Por ello, cuando el debate rehúye el contraste de enfoques sobre cuestiones de interés colectivo y se limita a confrontar, obviando los problemas que conciernen a los ciudadanos, la democracia tiende a descomponerse. Seguir cualquier campaña electoral o las declaraciones de la mayoría de los políticos, conduce al hartazgo.

¿Es indispensable en democracia el aval de las urnas? El sufragio universal es una conquista que sepultó a mecanismos electorales censitarios. Se acepta el poder de las urnas porque llamado a consulta, en el ejercicio de su libertad, el ciudadano decide participar o abstenerse y porque ofrece la posibilidad de corregir en la siguiente convocatoria. Dicho lo obvio, conviene recordar que, alguna vez, de las urnas surgieron poderes despóticos y dictatoriales; también gobiernos corruptos. ¿Hay alternativa a las urnas? ¿Renunciamos a la potestad electiva para ceder el poder a una divinidad, a un grupo de expertos, a la casuística de un sorteo? ¿Optamos por reunirnos en una asamblea permanente y tomar decisiones de manera colectiva? ¿Alguna fórmula garantiza que la toma de decisiones se ejerza con justicia, equidad y eficiencia?

En cualquier caso, es un error pensar que la democracia es irreversible. Fundamentada en virtudes cívicas como tolerancia, solidaridad y un cierto nivel moral, la democracia es un proceso. En en este proceso se puede fortalecer o debilitar. Para lo primero, indispensable una sociedad implicada e informada sobre los asuntos importantes de cada momento. En este sentido, ¿ayudan los medios de comunicación actuales a la formación de una opinión pública razonable y crítica? Para evitar su deriva hacia una democracia de salón, presa de los intereses de las élites, es necesario estar en alerta ante los grupos de presión mediáticos y económicos, ante la demagogia de los políticos y ante los guardianes de las esencias.