La llegada del rey intruso a Toledo e produjo el 22 de mayo de 1811, según recoge el libro "La Iglesia en Castilla-La Mancha", de Leandro Higueruela, y motivó el que las autoridades locales organizaran grandes fiestas en su honor.
Esta tarde, gran mesa, y a la noche, en la prefectura, gran baile y grande iluminación.
Al día siguiente continuaron las fiestas, pero en el palacio arzobispal. De todo se abusa con estos canallas.
¡Qué gastos tan superfluos cuando todos los días mueren de necesidad de 20 a 40 personas!"
Además de tales dispendios, ajenos a la miseria que padecía la población civil, también fue muy comentado en la ciudad, con extrañeza y escándalo, el hecho de que el monarca se bañase todos los días.