Especialmente desde el miércoles pasado, todo el mundo pasa los días hablando del
Pepe del Real Madrid. El que pisó a Messi, el que solicitó excusas, y prometió no volver a pisar a
Messi en la mano izquierda, por lo que el pequeño genio argento deberá tener cuidado en dónde deja esa mano. No le había llegado aún la expiación de antiguas culpas, que ya renovó los motivos para ser exculpado, por las dudas. Y parece mentira que todavía los hombres estuviéramos más pendientes de lo malo que hacen los demás que de lo bueno que no hacemos nosotros.
Nadie se acuerda, pero hay otro
Pepe, el de la Juve, el que juega bien, el volante que aparece por los lugares más imprevisibles de la cancha, el que en el partido del fin de semana pasado frente al Atalanta sostuvo por sí lo que el equipo estaba incapacidtado de sostener, ni más ni menos que la victoria.
Pepe, el de la Juve, es fuerte, aguerrido, le hierve el corazón, y no pega una patada. Nunca ha sido expulsado, y la mayoría de las amonestaciones que adornan su estadística fueron producto de protestas a los árbitros, agarrones de camiseta, y otros delitos menores. Pero sólo se habla del otro
Pepe.
Y el Pepe del que pocos tienen conocimiento es el gran
Pepe, el chulo, ese que cantaba a dúo con Tití Pinilla aquella famosa canción que decía:
Tití Pinilla:
Yo soy Tití Pinilla
y cuando me meto en el mar
el agüita me da en la rodilla
cuando me meto en el mar.
Pepe, el chulo:
Yo soy Pepe el chulo
y cuando me meto en el mar
el agüita me llega hasta arriba
cuando me meto en el mar.