En 1987, el Partido Cantonal (PCAN) vio colmada su máxima aspiración de gobernar el Ayuntamiento de Cartagena. Había sido fundado en plena Transición, hacia 1977, por el abogado Julio Frigard, quien durante el franquismo fue responsable local del Movimiento, un hombre de ideas conservadoras y nada partidario del futuro Estado de las autonomías. Poco tiempo después, Frigard cedería el testigo al médico cartagenero Carlos Romero Galiana, un traumatólogo de perfil socialdemócrata, quien encabezaría la lista cantonal en las elecciones municipales de 1979, obteniendo siete ediles. Apenas un año antes, el PCAN había concentrado a más de 10.000 personas en la ciudad para reivindicar la provincialidad. A mediados de 1980, cobró especial eco mediático un gesto protagonizado por varios de esos ediles cantonales, quienes, en público y tijera en mano, hicieron jirones una bandera del naciente Consejo Regional de Murcia. Pero aquello nunca traspasó el terreno del insulto verbal.
Menos de una década después, el arquitecto Antonio Vallejo Alberola, concejal desde esos primeros comicios municipales, empuñó el bastón de mando de la ciudad a lo largo de esa legislatura. Su lista fue la más votada, igualando a 10 concejales con el PSOE, si bien Alianza Popular deshizo ese empate a favor del candidato cantonal. Durante su mandato, se remodeló el Paseo de Alfonso XIII, la Alameda de San Antón y se construyó el estadio de fútbol Cartagonova, sustituyendo al vetusto pero entrañable Almarjal. Además, se sentaron las bases para remozar el Puerto y emprender las excavaciones en el Teatro Romano. Con Antonio Vallejo al frente de la corporación, la multinacional General Electric fijaría la sede en La Aljorra de su factoría de plásticos. Y, también bajo su mandato, se crearían las fiestas de Carthagineses y Romanos que perduran con pujanza aún en nuestros días.
Podría decirse que el recuerdo que aquel paso por la corporación dejaron los cantonales fue bastante dulce, a tenor de los logros obtenidos. Vallejo fue un alcalde dialogante, negociador pero reivindicativo, si bien su discurso nunca rayó más allá de lo que el respeto y la educación deben deparar a todo buen gobernante. Desde 1991, en que el PCAN abandonó la alcaldía de la ciudad portuaria, la presencia cantonal fue disipándose en las sucesivas corporaciones.
En 2003 nace Movimiento Ciudadano (MC), una federación de partidos en la que se integra un ya minoritario PCAN. Entre esas formaciones, aparece una plataforma de independientes a la que pertenece el empresario José López Martínez. MC se presenta a las municipales de ese año y obtiene solo un concejal. Vuelve a concurrir en 2007 y alcanza los dos ediles. En 2010, el PCAN abandona MC por disensiones internas y diferencias de criterio. En la convocatoria de 2011, MC pierde un concejal y se queda solo en la corporación el mencionado José López, que ya lo lidera. Pero en 2015 multiplican su representación hasta por cinco. Tras esas elecciones, donde el PP de Pilar Barreiro -alcaldesa desde 1995- había sido el más votado al conseguir 10 concejales, pero sin repetir mayoría absoluta, MC suscribe un acuerdo ‘in extremis’ con el PSOE (6 concejales) -y el ‘soporte externo’ de los tres ediles de Cartagena sí se puede (Podemos)-, repartiéndose la alcaldía en los dos primeros años para ellos y los dos finales para los socialistas. A aquello se lo denominó ‘el pacto de la servilleta’, por ser sobre esa higiénica base sobre la que se estamparon las firmas.
El mandato de José López no estuvo exento de polémica, criticándosele sus formas y maneras para encarar los debates con el resto de grupos municipales. Llegó a expulsar a ediles del salón de plenos, recurriendo a la actuación de los agentes de la Policía Local. Un vídeo con algunas de sus más destacadas ‘actuaciones’ se viralizó con notable éxito en las redes sociales. La relación entre López y la primera edil del PSOE, Ana Belén Castejón, a la que calificó de “corrupta e incapaz”, también acabaría como el rosario de la Aurora.
En la municipales de 2019, MC fue la lista más votada, con ocho concejales. Sin embargo, un acuerdo de última hora, en una especie de ‘frente anti-Pepe López’, impide que gobierne en solitario. PSOE, PP y Cs suscriben el mismo sábado en que se constituye la corporación un singular acuerdo para gobernar por dos años los socialistas y, los dos restantes, la candidata popular, Noelia Arroyo. Además, el edil de Cs, Manuel Padín, sería teniente de alcalde. La ejecutiva del PSRM-PSOE desautoriza el pacto y anuncia que abrirá expediente sancionador a los integrantes de su grupo municipal.
López no encaja de buen grado esta decisión, muy parecida a la que él coprotagonizó cuatro años atrás, perfectamente democrática con arreglo al vigente sistema electoral que tiene nuestro país, por lo que sus partidarios convocan, al día siguiente, domingo, una concentración a las puertas del Palacio Consistorial, a la que él mismo acude y es recibido al grito de “¡alcalde, alcalde!”. López se dirige a los concentrados en tono irascible, habla de estrellar puños en la cara de los adversarios políticos y de esa “puta Murcia” que le roba a los cartageneros, ante el aplauso generalizado de los cientos de manifestantes. Dice que no tiene pelos en la lengua y que llama “cabrones a los ladrones” y “murcios a los que nos roban el desarrollo y la vida… que nos traen el AVE sin soterrar… y que mandan los puestos de trabajo y el dinero otra vez a la puta Murcia”.
Es evidente que López ha encontrado una veta en el victimismo populista frente “a la Murcia que nos roba”, como el nacionalismo catalán hizo respecto al poder fáctico que ellos denominan despectivamente España. Lo cierto es que su discurso incendiario cala entre el electorado y que sus casi 24.000 votos (27,4%) de esta pasada consulta no son una mera anécdota. En 2011 apenas superó los 4.600 y en 2015 ya eran casi 15.000 sufragios. Lo previsible es que Pepe López pasará la legislatura encabezando un consistente grupo municipal y denunciando que las inversiones, las infraestructuras y las soluciones no llegan nunca porque el tripartito es, en su jerga, una pandilla de inútiles. Y será muy posible que la progresión que MC experimentó, desde que hace ocho años su líder se convirtiera en el llanero solitario de la corporación, vaya ‘in crescendo’. E intuyo lo que ocurrirá si entre todos lo acorralan, lo convierten en víctima y él sigue actuando como el Moisés que dirige a su pueblo para liberarlo de la esclavitud hacia la tierra prometida: que en 2023 se aproximará a la inapelable mayoría absoluta como el profeta lo hizo a la zarza ardiente.