Ayer en los Goya, la Academia del Cine español, en un reconocimiento a la trayectoria de Pepe Sacristán, le otorgó por primera vez una estatuilla, al mejor actor masculino. Me da la excusa perfecta para hacer un post que hace tiempo quería hacer sobre la vigencia del monólogo final de Solos en la madrugada, esa película de la Transición española que tanto pegó en la Argentina cuando empezaba a terminar su dictadura y empezar su transición (en realidad no recuerdo cuándo se pudo ver en nuestro país pero supongo que fue unos cuantos años después de su estreno en España que fue en 1978). Yo la vi cuando la estrenaron en Buenos Aires y, como a todos, me conmovió.
La otra vez un amigo me dijo: pegale una mirada en you tube al monólogo final, vas a ver que, extrañamente, se sostiene a pesar del tiempo pasado.
Luego del verano, gracias a Natu Poblet, tuve la oportunidad de compartir unas copas en la terraza de Casa América con Pepe Sacristán que estaba muy crítico con la situación de España, su clase política y, también, con el público español, contó que estaba haciendo teatro en Argentina. Ahí le comenté esto que compartía con mi amigo sobre ese monólogo final y él confesó que siempre le había llamado la atención cómo esa película que fue pensada para la Transición española hubiera encajado tan perfectamente, unos años después, con el espíritu de época de otro país, como pasó con Argentina.
No más lata, el video y abajo transcripto el monólogo con partes brillantes que muestran las diferencias entre la Transición española y el proceso de nuestro país: "porque no podemos pasar otros cuarenta años hablando de los cuarenta años…" (unos nos pasamos demasiado mucho, otros demasiado poco, ¿no?).
Se van a acabar para siempre la nostalgia, el recuerdo de un pasado sórdido, la lástima por nosotros mismos.
Se acabó la temporada que ha durado treinta y ocho hermosos años, estamos en mil novecientos setenta y siete, somos adultos, a lo mejor un poquito contrahechos, pero adultos.
Ya no tenemos papá.
¿Qué cosa, eh? Somos huérfanos gracias a Dios y estamos maravillosamente desamparados ante el mundo.
Bueno, pues hay que enfrentarse al mundo y con esa cepa que nos da ese aire garboso tenemos que convencernos de que somos iguales a los otros seres que andan por ahí, por Francia, por Suecia, por Inglaterra.
En septiembre ya no vamos a reunirnos solos en la madrugada para contarnos nuestras penas, para mirarnos el ombligo, para seguir siendo mártires, para sufrir.
No.
A partir de ahora y aunque sigamos siendo igual de minusválidos, vamos a intentar luchar por lo que creemos que hay que luchar: por la libertad, por la felicidad.
Hay que hacer algo ¿no?, para alguna cosa tendrá que servirnos el cambio; pues venga, vamos a cambiar de vida.
A ti, Rosi ¿qué te pasa? Que tu vida con Andrés y los chicos no te gusta ¿no? Pues fuera, cada uno por su lado pero con dos ovarios, como si fuésemos mayores.
Y tú Nacho ¿qué? ¿no te ha tirado siempre lo otro? Pues venga, guerra, pero sin tapujos. Ponte peineta y a ello, pero con dignidad, con la cara bien alta, que no pasa nada.
Vamos a ver Andrés ¿tú no querías dejar esas contabilidades y vivir sólo con el sueldo? ¿qué esperas? ¿que no puedes? Claro que puedes. Plántate, plántate con Hernández, con Gil, con Troncoso, plantaos y a pedir un sueldo digno, ya verás cómo se acojonan los de la planta noble, y a vivir como un ser humano y no como un robot, a vivir con tus hijos, a charlar con tu mujer ¿o no?
Hay que comprometerse con uno mismo, hay que tratar de ser uno mismo, hay que ir a las libertades personales.
Margarita de mi vida, ya no me sirve eso que me dices siempre, de que te pasas la vida metida en casa, que Vicente no te saca. ¿Qué pasa? Quieres ir al cine y Vicente no quiere, pues vete al cine, fíjate qué sencillo: ese metro, ese autobús, me da una butaca y ya está, ya has visto a Paul Newman, que era lo que querías.
Se ha terminado eso de ser víctimas de la vida, hay que vencer a la vida. Hay que tomar el mando en la cama. Si lo que quieres es un televisor en color, cómprate el más grande que encuentres porque es lo que quieres, no ahorres cuatro perras para dejarlas a los hijos, disfrutad de la vida vosotros porque es vuestra vida y porque además esas cuatro perras luego no van a ser nada.
Hay que empezar a ser libres. Yo también quiero ser libre. No quiero tener que mentirme tanto. Sé que tengo que hacer algo… a lo mejor escuchar, escuchar más a la gente o hacer un programa de radio para adultos, para hablar de las cosas de hoy, porque… porque no podemos pasar otros cuarenta años hablando de los cuarenta años…
Ese viejo disco que vais a escuchar es el último de una melodía que no oiremos más. Yo os prometo que Ray Peterson, Raimundo Pérez si hubiese nacido en el imperio, no volverá a decirle a Laura que la quiere, porque es que Laura tiene treinta y cinco castañas, cinco hijos y está casada con uno de Arkansas y eso hay que afrontarlo.
No soy político, ni sociólogo pero creo que lo que deberíamos hacer es darnos la libertad los unos a los otros, aunque sea una libertad condicional. Pues vamos, yo creo que sí podemos hacerlo, creo que sí. No debe preocuparnos si cuesta al principio, porque lo importante es que al final habremos recuperado la convivencia, el amor, la ilusión.
Pues no cabe duda: al vegetar estamos acabando. Vamos a vivir por algo nuevo.
Vamos, vamos a cambiar la vida por nosotros. Vamos.
(De la película Solos en la madrugada, 1978, dirección, guión e historia original de José Luis Garci, e interpretada por José Sacristán, Fiorella Faltoyano, Emma Cohen, María Casanova)
Blog del autor del libro de cuentos "Historias fugaces de hombres y mujeres".