Y menos mal. La kryptonita de Mr. Hyde no tiene mucho misterio. Basta con que le hable al pequeño Luke en un mal tono, o más alto de lo normal, y él me mire, con ojos distintos, y me diga sin tapujos: –"¡Pero no te enfades!", o –"¡No te pongas así!". Y la realidad me suelta un bofetón. Este personaje de 20 kilos me da una lección, y me enseña en tan solo un momento lo mal que lo hago, tantas veces. Sin darme cuenta de mi defecto, sin mala intención, ni siquiera sin perder los nervios ni estar enfadado o riñéndole. Lo hago mal, y él me lo enseña. Muchas veces hasta con una sonrisa, aunque me mire con ojos distintos.
Tan simple como eso. Mr. Hyde se esfuma, se vuelve a su gruta oscura, se entierra con el cansancio y el sueño acumulado, el estrés, la falta de tiempo y los malos momentos a los que recurre como coartada, pero que no sirven de excusa posible. Lo único que Luke quiere es que no me enfade con él. Que no deje de quererlo ni siquiera ese segundo, que no le hable mal, que no le levante la voz. Que no lo maltrate. Él me lo enseña. Y yo tengo que aprender.
¡Que la Fuerza os acompañe!
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