La propuesta incluía catar tres vinos de la gama Solera Reserva de Lustau, amontillado, oloroso y palo cortado, y comprobar sus posibilidades de maridaje como lomo ibérico y queso curado. Y eso hicimos.
El segundo vino de la sesión era un oloroso, vino que se obtiene tras encabezar el vino original con alcohol vínico para "matar" la flor, y que realice una crianza oxidativa. En este caso, tras un envejecimiento de 12 años por el sistema de criaderas y soleras, el Lustau Oloroso Don Nuño es un vino de color caoba claro, con reflejos ambarinos, dorados y cobrizos intensos. Los aromas me parecieron más comedidos que en el amontillado, con almendras, uvas pasas, francamente yodado y un destello de hierbabuena, con recuerdo del paso oxidativo por las barricas. En boca es un vino seco, elegante, intenso, que deja claramente el recuerdo de una almendra mordida con su piel, muy poderoso y algo tánico. Muy bien entendiéndose con el lomo, no tanto con el queso.
Terminamos la sesión probando el tipo de vino más raro de los jereces, el palo cortado, un vino misterioso, caprichoso, que aparece cuando quiere, en el que el capataz de la bodega, cuando cata y clasifica los vinos, se encuentra uno que es en nariz un amontillado, pero que en boca es un oloroso. El Lustau Palo Cortado Península viste un precioso color caoba más oscuro e intenso, con reflejos dorado oscuro y ambarinos intensos. La nariz es más dulzona, con uvas pasas, frutos secos y caramelo. En boca es un vino intenso y seco, algo tánico, con recuerdos claros de almendra y notas de maderas. El que mejor se entendió con el queso.
En resumen, tres vinos intensos, complejos e interesantes, donde destacaría el oloroso por su elegancia y el palo cortado por su complejidad. Aunque el oloroso se llevó muy bien con el lomo y el palo cortado nada mal con el queso, creo que son vinos que se disfrutan más sin compañía alimenticia.