Los cólquicos fabrican por todo su organismo un veneno mortal llamado colchicina. La toxicidad de esta sustancia es difícil de superar, ya que directamente impide que las células de un organismo se reproduzcan y por tanto bloquea cualquier tipo de renovación celular en el cuerpo. Sin embargo, aunque comer hojas de cólquico puede traer una muerte muy desagradable, en este caso se cumple la máxima de Paracelso - "el veneno es la dosis" -, ya que preparados diluidos de esta planta se han utilizado desde la antigüedad como medicina contra los ataques de gota. La colchicina incluso podría tener su utilidad contra ciertos tipos de cáncer.
Los cólquicos, con su doble vertiente mortal-medicinal, nos enfrentan como pocas especies con nuestros propios prejuicios a la hora de entender la naturaleza. Podemos caer en el error de encasillar a esta especie como "buena" o "mala", pero esto supone caricaturizar la situación hasta perder de vista su complejidad. Esta perspectiva maniquea sobre la biodiversidad está en la raíz de muchísimos daños causados a la naturaleza y por tanto a nosotros mismos. De este peligroso estilo de pensamiento sólo puede apartarnos un conocimiento objetivo, ajeno a todo juicio previo, acerca de las especies y de los ecosistemas.