Pequeña historia de una gran infamia

Publicado el 20 febrero 2014 por Romanas
 Gallardón sabe que ya nunca podrá cumplir su sueño: ser presidente de gobierno español por eso quiere despedirse a fondo de su actividad política, primero, dando rienda suelta a sus instintos y convicciones fascistas y, segundo, dejando inscrita en la historia universal de la infamia una de las actuaciones más rastreras que se conocen. Lo que, para mi, caracteriza a los más grandes canallas es su soberbia, están tan convencidos de hallarse en posesión de la verdad que no dudan en arrostrar la más completa de las impopularidades. Como esos otros fascistas integrales que fueron su padre y su suegro que ahora convive con él, y como el maestro de todos los fascistas de España, Fraga, su gran mentor, siente un profundo desprecio por toda idea que aporte un átomo de libertad al ser humano.  El hombre, y la mujer, para estos esencialísimos canallas, no tienen otra misión que servir como esclavos a esa casta de individuos superiores que son precisamente ellos, los fascistas.  Su postura les lleva directamente a negar lo que es la esencia de la humanidad, de la hombriedad, la capacidad de pensar y de elegir entre las opciones que, en cada momento, les ofrece la vida.  La mujer, así, no tiene otra misión o función, que ser una especie de máquina esencial para el ejercicio de la procreación que perpetuará esta raza de eficientes esclavos que, para ellos, deben de ser los humanos.  Y el hombre o es una pieza de esa inmensa maquinaria creadora de riqueza que es la producción liberal capitalista o carne de cañón para sus guerras de opresión o de conquista.  En ningún caso, ninguno de ellos tiene, no debe ni puede tener ninguna clase de libertad para apartarse de estos roles.   ¿Entonces?  El mundo, en general, y cada una de nuestras vidas en particular, no tiene otra función que obtener la mayor gloria de Dios y de la Patria.  Y esta ideología absolutamente canallesca, mutiladora, castrante y, por lo tanto, monstruosa, que debería de repugnar instintivamente a cualquier hombre, por un efecto cuya comprensión a mi, por lo menos, se me escapa, es la que más prosélitos consigue en el género humano.  El caso es que Gallardón, ministro a la sazón de justicia, ha consagrado todo su esfuerzo a 2 logros: impedir como sea que las mujeres puedan interrumpir sus embarazos y hundir en la más profunda de las miserias a la gran nación catalana.  Dejando aparta, ahora, la persecución a muerte que este homínido ha desencadenado contra las mujeres y que no comprendo cómo ha sido admitida con la mayor naturalidad por las féminas de su partido, trato de enfocar el punto de mira en lo que está haciendo con el Barça.  En los últimos días lo hemos repetido hasta la saciedad, Vázquez Montalbán, un hombre lúcido donde los haya, describió al Barça como el ejército desarmado de Catalunya y Gallardón y Rajoy piensan que la mejor manera de destruir para siempre el ansia independentista de esta nación es la de hundir el que es el mejor de sus emblemas, el que según todos los catalanes es más que un club de fútbol, la representación más eficiente y poderosa de su propia esencia.  Así las cosas, ya tiene explicación todo lo que está sucediendo.  La más feroz y universal de una campaña mediática sin precedentes se ha desatado, demonizando a este símbolo hasta extremos realmente inconcebibles.  Messi, cuyos asesores fiscales parece que no son muy buenos, no ha hecho más que lo que todo el mundo hace, lo que todo el mundo pretende, pagar a Hacienda lo menos posible y sin embargo ha sido demonizado con la más feroz de las campaña que puede producirse sobre todo si se compara con otros hechos mucho más deleznables que simultáneamente concurrían en el ámbito futbolístico, el enjuiciamiento penal de un jugador del Real Madrid, RN, ni más ni menos que por corrupción de menores; el presidente del Barça ha tenido que dimitir forzado por otra campaña de prensa en la que ha sido presentado como un encarecedor del mercado futbolístico por haber pagado por Neymar 57 millones de euros, siendo así que simultáneamente, otro presidente de club ha pagado 101 millones por otro jugador mucho menos mediático sin que ni siquiera se le haya presentado jurídicamente ninguna cuestión; y, por último, hundidos en el fango, su figura cumbre, Messi, y su propio presidente,  elegido democráticamente por una mayoría história de votantes, al que se se ha perseguido incluso por delitos cometidos en Brasil, de los que ahora parece que ha sido absuelto, mientra que otros presidentes están sometiendo a una extensa región del país al riesgo mortal del desencadenamiento de una serie indomeñable de movimientos sísmicos en aras de obtener el mayor de los enriquecimientos personales, inmisericordemente hasta obligarle a retirarse a lo más profundo de las tinieblas exteriores, y ya, por fin, el colmo de los colmos, el cénit de todas las infamias, de todos los cinimos, Gallardón, como jefe superior de todos los fiscales, carrera de la que, por cierto, él mismo es parte integrante, ordena a su íntimo compañero y amigo, el Fiscal General del Estado, que culmine toda esta ignominia acusando al propio Barça, una indiscutible persona jurídica sin entidad personal física, es decir, sin posibilidad de delinquir por sí misma como autora del delito de defraudación fiscal.  ¿Qué más se pude hacer contra esta hermosa gente que ha llevado el mejor fútbol que ha visto la historia por todo el mundo, 8 o 9 de cuyos jugadores, ¡sobre 11! han integrado esa selección nacional que lo ha ganado todo y de la que todos los jodidos españoles, incluso los madridistas dicen sentirse tan orgullosos?