Me aferro a las pequeñas cosas porque son las únicas que puedo abarcar. Como esta absurda hoja en el suelo, que ni es especialmente atractiva, ni singular, ni nada de nada. La vi, me gustó la luz que le llegaba y tomé la foto. El resultado es una imagen que no dice mucho y cuyo impacto visual es bastante bajo pero que, para mí, representa todo un universo inagotable de pequeñas cosas a las que todavía tengo acceso.
Por ejemplo: no puedo hacer senderismo y caminar dos horas por el monte, pero sí puedo dar pequeños paseos de 30 minutos por el olivar que tengo cerca de casa. No puedo leer libros demasiado complicados (ni siquiera novelas), pero sí relatos y textos sencillos. No puedo dirigir una sesión de fotos con maquilladores, modelos, ayudante, etc., pero sí puedo tomar fotos a mi aire explayándome en el lado creativo como se me antoje. No puedo ir al gimnasio, pero puedo subirme 15 minutos a la bici estática que tengo en casa. No puedo tomarme todo el cava que quiera, pero sí saborear un gran reserva absolutamente maravilloso. Y así mil cosas más.
Las pequeñas cosas también existen y no siempre sirven para los pequeños momentos. Muchas veces acompañan a la perfección importantísimos eventos y nos hacen ver cosas como que la calidad es más importante que la cantidad, que lo urgente no te suele dejar tiempo para lo importante (frase de Confucio) o que tras un árbol demasiado cercano suele haber un bosque tan espeso que no llegaste a verlo.
No estoy hablando de aquellas pequeñas cosas que se quedaron escondidas en un cajón de la niñez y que rescatamos con un punto de romanticismo y de nostalgia, hoy no transito esos caminos cursis y empalagosos. Más bien me refiero a las pequeñas cosas que se convierten en las únicas porque todas las demás ya no están disponibles para mí, porque no las abarco, porque me vienen grandes, no puedo con ellas por la sencilla razón de que estoy enfermo y la enfermedad ha disminuido muchas de mis capacidades.
Es triste, pero es así. Soy el primero al que le duele reconocerlo pero no tengo más remedio porque la enfermedad irá a peor poco a poco. Me imagino que estos post son de lo más complejo que hago en todo el día, por eso elijo escribirlos a primerísima hora de la mañana, cuando mi cuerpo aún no ha gastado ni un ápice de la poca energía que me da el descanso nocturno. Supongo que, también poco a poco, cada vez irán siendo post menos originales, acompañados de fotografías cada vez más feas y sin alma como esta de hoy.
Así hasta que ya no tenga fuerzas para escribir nada.