Estoy en quirófano cuando avisan del hospital de día: ha ingresado un paciente para cirugía que no ha suspendido el anticoagulante. Está programado para un tubito de drenaje transtimpánico, para eso solo necesito anestesiar el tímpano con unas gotas de fenol por lo que no importa que tome Sintrom, siempre que esté en rango. Hay tiempo, va al final de la mañana. Lo remito a la consulta de coagulación para que le hagan un control. Todo está en orden.
Termino el parte a falta del tubito. Esa es la primera cirugía de oído que se hace de residente, recuerdo los entrenamientos en los que ponía un esparadrapo al fondo de un otoscopio y, con el microscopio, le hacía la incisión con el miringotomo para insertar el diábolo por aquel ojal a modo de botón. Desde entonces he perdido la cuenta de los tubitos que he puesto, aunque los hay que son el más difícil todavía, hay conductos diminutos o retorcidos que apenas permiten acceso al tímpano, y no se debe pinchar el oído en cualquier sitio so pena de dañar la cadena de huesecillos.
Voy con cuidado, en el oído los movimientos han de hacerse casi a cámara lenta, cualquier movimiento brusco puede ser desastroso, además de que cualquier roce en la piel del conducto no solo duele sino que puede sangrar y una gota en el oído convierte el campo en el mar rojo, y en un paciente anticoagulado es un mar en plena tempestad. El conducto es estrecho, pero no del todo malo. Después de quemar la zona del tímpano con una gota de fenol, hago el corte y enseguida brota un poco de líquido ambarino del interior (motivo por el que el enfermo no oye). Aspiro para limpiarlo antes de poner el drenaje. Inserto el tubo, todo está bien pero sale algo más de líquido a través del orificio. Mejor aspirarlo para evitar supuraciones y obstrucciones. Como he dicho al principio, lo mejor es enemigo de lo bueno.
Meto el aspirador, le digo al enfermero que sujete la goma por si aspira demasiado y tira del tubo, no deseo sacarlo. Rozo el borde del drenaje y, en un instante, el tubo se cuela en el oído medio. No se queda abocado en la incisión sino que desaparece en el fondo de la caja.
¿Qué hacer? El primer impulso es intentar extraer ese tubo, pero no es eso lo que se debe hacer sino que lo más sensato es dejar ahí dentro ese tubo, colocar uno nuevo en el tímpano y no tocarlo. Cualquier manipulación extra solo puede empeorar las cosas, y en este caso concreto se suma el factor de la anticoagulación. El único daño que hace un tubito colado es al pundonor del cirujano, es tan diminuto que al paciente no le afecta, sin embargo hurgar más de la cuenta sí que puede acarrear lesiones.
Por mucho callo que se tenga en algo, y a lo largo de mi carrera he puesto miles de drenajes, una nunca se puede confiar. Es uno de los pros, y también de los contras, de la medicina, que siempre surgen cosas que te sorprenden.