El comienzo engancha por su virtuosismo y el admirable planteamiento que ofrece su director-guionista, Guillaume Canet. Los personajes están bien perfilados, resultan completos, matizados, creados para encontrar la identificación con el espectador. Todos los actores brillan sin excepción y cada una de sus historias va encontrando su sitio sin falta.
La película, para lo bueno y lo malo, acaba siendo una mezcla de comedia pura y drama con dosis de moralina y lágrimas. Pero no deja de funcionar como una buena cinta que ahonda en los aspectos que nos hacen humanos.
Gran ocasión para ver buen cine francés que deja un magnífico sabor de boca.