“Pequeñas mentiras sin importancia”: Un salvavidas para el naufragio emocional

Publicado el 01 junio 2011 por La Mirada De Ulises

[7/10] Un grave accidente de moto lleva a Ludo al Hospital, después de una noche de juerga. Sus amigos le visitan y se quedan consternados, pero deciden no suspender sus vacaciones en la lujosa casa que Max tiene en la playa porque… no van a poder hacer nada por él mientras está en la UVI. Son treintañeros de buen corazón y moral laxa, unos con mujer e hijos y otros con algunas relaciones que no pasan por sus mejores momentos. Serán días de descanso y también de tensión porque lo suyo es auto-engañarse… porque son unos perfectos egoístas, maniáticos o inseguros, incapaces de llamar a las cosas por su nombre y acostumbrados a eludir los verdaderos problemas. Así es este grupo de adolescentes permanentes que se divierten y soportan juntos, que se quieren con sus debilidades y a su manera, que tratan de fingir que son felices.

El planteamiento coral de “Pequeñas mentiras sin importancia” y el deseo de Guillaume Canet de retratar a cada personaje con matices y un amplio recorrido hace que la cinta se exceda en el metraje hasta las dos horas y media… pudiendo haber abreviado algunas escenas. A pesar de ello, no se hace larga ni resulta pesada para un espectador que se va de vacaciones con esta pandilla de inmaduros e irresponsables, que se ríe y divierte con ellos en un ambiente distendido, que sufre sus salidas de tono y exabruptos y que se emociona con sus buenos sentimientos… para acabar queriendo a cada uno “a su manera” mientras se escucha el “My Way” de Frank Sinatra. No es nueva la estructura narrativa ni la historia de amigos reunidos en su infantilismo, y es cierto que hay una explicitud innecesaria y unos excesos sentimentales y discursivos en su desenlace, pero se trata de una película bien realizada y que consigue lo que pretende: conmover, divertir y retratar figuras de carne y hueso.

Excepcional y clave para el desarrollo posterior es la escena de la confesión entre Vicent y Max en el restaurante, y también esa otra en que cada uno del grupo busca excusas para no quedarse con su amigo hospitalizado… momentos que dejan al descubierto algunos de esos sentimientos ocultos que irán saliendo a flote, por ejemplo, cuando vean juntos y en silencio los videos caseros de veranos anteriores… entre el gozo y la nostalgia, entre el remordimiento y el dolor. Ciertamente no son personajes ejemplares –sobre todo, ellos– en su inestabilidad emocional, en su incontinencia sexual, en su carácter arisco y quejumbroso o en su adicción a las drogas… pero el director no les juzga en ningún momento, y el espectador se queda con su lado bueno… con esa amistad y voluntad de quererse como son y de pedirse perdón… porque, en realidad, son buenos tipos.

Bien rodada y mejor escrita, con diálogos aparentemente livianos –pero inteligentes– que retratan a unos jóvenes infantiles que viven de apariencias y en permanente huida, Canet domina las situaciones en todo momento y nos lleva de lo patético a lo cómico –Antoine y Max se llevan la palma–, y desde ahí a lo dramático –las meteduras de pata de Max son antológicas– y después a lo emotivo… en un exceso lacrimógeno con los testimonios en el funeral en busca de un clímax entonces artificioso. Con formas amables pero sin amargura ni pesimismo, el director levanta una radiografía de su generación a partir de bastantes elementos autobiográficos y como catarsis, con una dosis crítica hacia ese modo de vida egoísta y triste que se olvida de las relaciones humanas, que evita lo incómodo o que se esconde tras el éxito para terminar huyendo de vacaciones a toda prisa.

Acierta también Canet a darnos unas preciosas canciones que nos refrescan en esos días de asueto y nos alivian de tanta tensión contenida, mientras que las interpretaciones se desenvuelven sin artificio ni impostura, como si fueran ellos mismos y se lo hubieran pasado realmente bien durante el rodaje… mérito mayor del director al conducir a los actores, entre los que figura Marion Cotillard, Benoît Magimel y Jean Dujardin. Aunque todos de todos están a gran nivel, destaca el trabajo de François Cluzet, que logra que el personaje de Max resulte entrañable en su histerismo y desquiciamiento hasta llegar a disculparle. Una pequeña joya del cine francés, gran éxito de taquilla en el país vecino, que busca rendir tributo a la amistad de unos individuos desorientados y frágiles en su búsqueda de felicidad, que se ven obligados a recurrir a pequeños salvavidas para su naufragio emocional.

Calificación: 7/10

En las imágenes: Fotogramas de “Pequeñas mentiras sin importancia”, película distribuida en España por A Contracorriente Films © 2010 Les Productions du Trésor, EuropaCorp, Caneo Films y M6 Films. Todos los derechos reservados.