Pequeñas sabidurías

Por Calvodemora

Conmueven las sabidurías menudas, como destellos sin pulir o súbitas epifanías de barra de bar o de pupitre de colegio, en cualquier lugar pueden surgir. Dan la medida exacta de un estado sublime de las cosas, expresan con elocuencia lo que uno barrunta y no sabe verbalizar y agradece infinitamente la ocurrencia ajena. Fascina más cuando irrumpen sin aviso o de quien no se espera. Como si ese milagro estuviese desprendido de la realidad, afantasmado y etéreo, y anduviéramos mal acostumbrados a su cercanía o a su buscada vigencia. Hace pocos días se produjo ese prodigio en una de mis clases. Preguntados los alumnos sobre qué querrían ser de mayores (son pequeños, no tienen esa duda firme todavía) uno de ellos dijo que se conformaba con ser feliz. No añadió nada más. Temía que cualquier explicación malograse ese hallazgo formidable, el de confiarle a la felicidad toda el inventario de nuestras pretensiones. Hace años, aunque lo recuerdo con nitidez, escuché a un amigo filosofar con esa liviana contundencia. Nos cuestionábamos (un poco achispados, a qué negarlo) el motivo que nos hacía vivir, trasegar y sufrir, disfrutar de cuando en cuando, caer y levantarnos y, en definitiva, tener una idea fiable de las razones de la existencia, esa pregunta sobre la que todavía (que yo sepa) nadie ha vertido una respuesta satisfactoria. El amigo en cuestión, el bueno de Agustín, sentenció a su tímida manera: " Yo vivo para seguir viviendo". Creo que remitió como por arte de magia cualquier atisbo de embriaguez, la que lleváramos, a qué medir ahora. Lo cierto es que de vez en cuando se arrima al oído alguna luminosa agudeza y se guarda como el que le da cobijo a un tesoro, por si nos sirve en adelante y le sacamos partido. No sabe uno si tendremos la fortuna de que nos ronde otra y no sepamos preservarla del ruido circundante. Porque queda esa impresión: que triunfa el ruido, que no hay aforistas de a pie, gente con esa sabiduría pequeñita que hace que el mundo siga girando y uno se sienta feliz por formar parte de esa rotación esplendorosa.