Llevo unas semanas con una extraña sensación. Un sudor frío me recorre la columna vertebral a la vez que siento una pesadez en el estómago que no me deja tranquila ni un solo instante.Tengo esta extraña sensación, desde el primer momento en que mi madre cruzó el umbral de nuestra casa con esa muñeca de porcelana en sus manos. No puedo definirlo, pero esa cosa me produce un escalofrío cada vez que la miro, como en este mismo momento.Estoy sentada en la mesa del comedor para terminar mi desayuno y no puedo evitar levantar la mirada para mirar a esa muñeca que se encuentra en lo alto de la estantería, delante de mí.No sé cómo mi madre se sintió tentada a traerla a casa. El paso del tiempo ha dejado mella en esta muñeca. Ese rostro que alguna vez fue de marfil ha desaparecido casi por completo. Muestra un rostro algo amarillento con un pequeño hueco encima de la mejilla derecha y con un párpado desaparecido, lo que le da un aspecto perturbador. —Si no terminas pronto, llegarás tarde.Comenta mi madre mientras se levanta para coger su plato y llevarlo a la cocina. Sigo su consejo y dejo de mirar a esa muñeca para centrarme en mi tostada untada con mantequilla, la cual solo he mordido dos veces. Tengo que espabilar un poco si no quiero llegar tarde a clase. No obstante, mis ojos vuelven a mirar hacia arriba casi involuntariamente para observar esos ojos estáticos que parecen devolverme la mirada.
Aquí os dejo un pequeño extracto de mi conjunto de relatos, concretamente de La muñeca de porcelana espero que os resulte interesante ;)
Llevo unas semanas con una extraña sensación. Un sudor frío me recorre la columna vertebral a la vez que siento una pesadez en el estómago que no me deja tranquila ni un solo instante.Tengo esta extraña sensación, desde el primer momento en que mi madre cruzó el umbral de nuestra casa con esa muñeca de porcelana en sus manos. No puedo definirlo, pero esa cosa me produce un escalofrío cada vez que la miro, como en este mismo momento.Estoy sentada en la mesa del comedor para terminar mi desayuno y no puedo evitar levantar la mirada para mirar a esa muñeca que se encuentra en lo alto de la estantería, delante de mí.No sé cómo mi madre se sintió tentada a traerla a casa. El paso del tiempo ha dejado mella en esta muñeca. Ese rostro que alguna vez fue de marfil ha desaparecido casi por completo. Muestra un rostro algo amarillento con un pequeño hueco encima de la mejilla derecha y con un párpado desaparecido, lo que le da un aspecto perturbador. —Si no terminas pronto, llegarás tarde.Comenta mi madre mientras se levanta para coger su plato y llevarlo a la cocina. Sigo su consejo y dejo de mirar a esa muñeca para centrarme en mi tostada untada con mantequilla, la cual solo he mordido dos veces. Tengo que espabilar un poco si no quiero llegar tarde a clase. No obstante, mis ojos vuelven a mirar hacia arriba casi involuntariamente para observar esos ojos estáticos que parecen devolverme la mirada.
Llevo unas semanas con una extraña sensación. Un sudor frío me recorre la columna vertebral a la vez que siento una pesadez en el estómago que no me deja tranquila ni un solo instante.Tengo esta extraña sensación, desde el primer momento en que mi madre cruzó el umbral de nuestra casa con esa muñeca de porcelana en sus manos. No puedo definirlo, pero esa cosa me produce un escalofrío cada vez que la miro, como en este mismo momento.Estoy sentada en la mesa del comedor para terminar mi desayuno y no puedo evitar levantar la mirada para mirar a esa muñeca que se encuentra en lo alto de la estantería, delante de mí.No sé cómo mi madre se sintió tentada a traerla a casa. El paso del tiempo ha dejado mella en esta muñeca. Ese rostro que alguna vez fue de marfil ha desaparecido casi por completo. Muestra un rostro algo amarillento con un pequeño hueco encima de la mejilla derecha y con un párpado desaparecido, lo que le da un aspecto perturbador. —Si no terminas pronto, llegarás tarde.Comenta mi madre mientras se levanta para coger su plato y llevarlo a la cocina. Sigo su consejo y dejo de mirar a esa muñeca para centrarme en mi tostada untada con mantequilla, la cual solo he mordido dos veces. Tengo que espabilar un poco si no quiero llegar tarde a clase. No obstante, mis ojos vuelven a mirar hacia arriba casi involuntariamente para observar esos ojos estáticos que parecen devolverme la mirada.