Hace un par de días le recé a San Antonio de Padua. Mi madre me dijo en voz baja que hay que rezarle para que te dé trabajo. "Yo trabajo ya tengo" pensé, aunque no estaría mal que me durase mucho tiempo y que fuese cada vez a más. Asi que me acerqué al santo y mirándole fijamente, casi congelando mis ojos ante él, le pedí que las cosas siguiesen yendo bien y que la prosperidad nunca me faltase. Espero que me haya oído y que tenga la amabilidad de hacerme caso. Ojalá.
Hoy por fin es viernes, y debido al cansancio de la semana que llevo arrastrado me ha costado despertarme más de lo normal. Esperaba a que sonase mi alarma, pero el sonido de las olas del mar (barco pesquero y gaviotas incluidos) que le tengo asignado para que resulte más agradable no se ha hecho eco en mi habitación esta mañana. Ayer, no sé cómo ni por qué, debí desactivar el despertador inconscientemente. Punto para mí.
Qué gusto da sentir cómo se propaga el sentimiento de viernes en la oficina. A todos nos cubre un halo de luz que el resto de la semana parece haber permanecido tapado tras la pesadumbre del lunes, del postlunes, del postpostlunes... Y así hasta que el jueves nos da la pequeña alegría de anticipar el maravilloso día de la semana que es hoy. Porque aunque demos gracias por tener un empleo, también nos gusta desenchufarnos de él un par de días. Aunque muchos de nosotros no se dediquen a cosas apasionantes, y otros tengamos la suerte de hacerlo, el momento de reposo se impone.
Esta tarde me espera un monólogo de Goyo Jiménez que me apetece muchísimo, porque desde que ví el de "Los Americanos" me quedé con ganas de más. De trabajos poco apasionantes habla en parte, y lo cuenta tan bien...
Para aquellos que no hayáis visto dicho monólogo, aquí os lo dejo en 3 partes. Buenísimo, no os lo perdáis!
Que paséis un finde estupendo!