Toda la masa del Universo corría a concentrarse en un lugar lejano, tal vez en el lugar ancestral de su nacimiento. Se estaba produciendo una pulsación cósmica, un golpe de péndulo universal.
El año 0, un nuevo protouniverso reunía todo su volumen en una esfera de diámetro no superior a un centímetro cúbico. Esta densidad insoportable para la materia hizo que esta estallase. Una inflacción velocísima expansión el Universo Naciente a distancias inconcebibles que aumentaron aceleradamente al ocupar posiciones en esferas virtuales progresando aceleradamente en el espacio. 5.000 años después una gigantesca bola incandescente barrió las órbitas olvidadas de antiguos planetas. Algunas de ellas fueron apresadas por la gravedad en el vertiginoso camino centrífugo de aquel cuerpo estelar. En el año 8.ooo una espora logró reproducirse sobre la hirviente agua sulfurosa de un joven planeta.
En el año 13.000 los humanoides se afanaban, parapetados tras sofisticados telescopios, en buscar señales del origen de la vida en el Universo.