Camelleros de Libia, marineros fenicios, comerciantes egipcios y esclavos pululaban por las calles de la populosa ciudad. Eratóstenes de Cireno, director de la biblioteca de Alejandría por entonces la institución científica más avanzada del mundo, esperaba pacientemente en el jardín del gran edificio de la Biblioteca la llegada del mediodía. Era el 21 de junio del año 240 AC. Un año antes, este hombre maduro y sabio, había emprendido un viaje de 750 km. hasta Siena, ciudad egipcia situada en el trópico de Cáncer, lugar singular donde los rayos del sol caen perpendiculares desde el cenit en el equinocio de primavera. El 21 de junio del pasado año había comprobado con varias plomadas la vericidad de este hecho y ahora, en Alejandría; pretendía calcular los grados de inclinación de los rayos de sol en esta ciudad, distante 750 km. al norte de Siena según los cálculos más precisos que pudo obtener de camelleros y comerciantes. Si lograba medir con suficiente exactitud el ángulo de la sombra producida por el gnomon plantado verticalmente estaba seguro de poder calcular el perímetro exacto de la redonda esfera del planeta.A las 12 del mediodía se dirigió tembloroso con sus ayudantes al juego de plomadas y varas verticales. Tomó luego su goniómetro más preciso: la sombra marcaba una inclinación de 7º y medio. Hizo que sus estudiantes comprobaran individualmente esta medida. Todos coincidieron en su precisión. Inmediatamente se retiró a su mesa de trabajo y razonó: Siendo los rayos del sol prácticamente paralelos desde tanta distancia y siendo en este momento en Siena verticales puede decirse que un ángulo de vértice en el centro de la esfera terrestre y cuyos lados pasen por Siena y Alejandría vale lo mismo que el de centro en Alejandría , con lado común hasta el centro de la esfera (marcado por la plomada) y otro lado que fuera paralelo al que pasa por Siena (marcado justamente por la sombra del gnomon). Si hemos medido que es de 7º y medio podemos razonar que la el arco de circunferencia entre Siena y Alejandría (750 km.) es a dicho ángulo (7'5º) como la totalidad de la circunferencia es al ángulo completo que lo abarca (360º). La ciencia griega ya era capaz de resolver reglas de tres como esta, pues ya conocían mucho sobre las proporciones desde el tiempo de Pitágoras y Thales de Mileto. Realizó el sencillo cálculo: (750 + 360): 7,5 y obtuvo 36000 km. Bien pudo exclamar un eufórico ¡Eureka! , tan gozoso como el de otro gran predecesor suyo 300 años antes: La bibliioteca de Alejandría pudo incrementar su valiosa tesoro de saberes con otro revelador: la medida de la circunferencia del mundo al que, en otro asombroso conocimiento muy anterior a las creencias de la historia posterior, suponían redondo. Si los mercaderes hubieran sido más precisos en su apreciación de la distancia hasta Siena (812,5km), su resultado hubiera sido más exacto aún: 39.000 km.Si alguien puede considerarse el pionero en lo que se ha dado en llamar "Carrera espacial" el hombre que recorrió gracias a su inteligencia la primera distancia astronómica que el hombre tenía ante sí, éste se llamaría: Eratóstenes de Cireno.
Camelleros de Libia, marineros fenicios, comerciantes egipcios y esclavos pululaban por las calles de la populosa ciudad. Eratóstenes de Cireno, director de la biblioteca de Alejandría por entonces la institución científica más avanzada del mundo, esperaba pacientemente en el jardín del gran edificio de la Biblioteca la llegada del mediodía. Era el 21 de junio del año 240 AC. Un año antes, este hombre maduro y sabio, había emprendido un viaje de 750 km. hasta Siena, ciudad egipcia situada en el trópico de Cáncer, lugar singular donde los rayos del sol caen perpendiculares desde el cenit en el equinocio de primavera. El 21 de junio del pasado año había comprobado con varias plomadas la vericidad de este hecho y ahora, en Alejandría; pretendía calcular los grados de inclinación de los rayos de sol en esta ciudad, distante 750 km. al norte de Siena según los cálculos más precisos que pudo obtener de camelleros y comerciantes. Si lograba medir con suficiente exactitud el ángulo de la sombra producida por el gnomon plantado verticalmente estaba seguro de poder calcular el perímetro exacto de la redonda esfera del planeta.A las 12 del mediodía se dirigió tembloroso con sus ayudantes al juego de plomadas y varas verticales. Tomó luego su goniómetro más preciso: la sombra marcaba una inclinación de 7º y medio. Hizo que sus estudiantes comprobaran individualmente esta medida. Todos coincidieron en su precisión. Inmediatamente se retiró a su mesa de trabajo y razonó: Siendo los rayos del sol prácticamente paralelos desde tanta distancia y siendo en este momento en Siena verticales puede decirse que un ángulo de vértice en el centro de la esfera terrestre y cuyos lados pasen por Siena y Alejandría vale lo mismo que el de centro en Alejandría , con lado común hasta el centro de la esfera (marcado por la plomada) y otro lado que fuera paralelo al que pasa por Siena (marcado justamente por la sombra del gnomon). Si hemos medido que es de 7º y medio podemos razonar que la el arco de circunferencia entre Siena y Alejandría (750 km.) es a dicho ángulo (7'5º) como la totalidad de la circunferencia es al ángulo completo que lo abarca (360º). La ciencia griega ya era capaz de resolver reglas de tres como esta, pues ya conocían mucho sobre las proporciones desde el tiempo de Pitágoras y Thales de Mileto. Realizó el sencillo cálculo: (750 + 360): 7,5 y obtuvo 36000 km. Bien pudo exclamar un eufórico ¡Eureka! , tan gozoso como el de otro gran predecesor suyo 300 años antes: La bibliioteca de Alejandría pudo incrementar su valiosa tesoro de saberes con otro revelador: la medida de la circunferencia del mundo al que, en otro asombroso conocimiento muy anterior a las creencias de la historia posterior, suponían redondo. Si los mercaderes hubieran sido más precisos en su apreciación de la distancia hasta Siena (812,5km), su resultado hubiera sido más exacto aún: 39.000 km.Si alguien puede considerarse el pionero en lo que se ha dado en llamar "Carrera espacial" el hombre que recorrió gracias a su inteligencia la primera distancia astronómica que el hombre tenía ante sí, éste se llamaría: Eratóstenes de Cireno.