Mil excusas justifican una escapada de fin de semana o de varios días a Peralada Resort, en pleno Empordà: la gastronomía de Paco Pérez, las catas de vinos en sus bodegas, el casino, el golf a los pies de su hotel de cinco estrellas, su festival artístico de verano, eventos sociales o el puro hedonismo de su ‘wine spa’, tan ligado al enoturismo. En cualquier momento del año merece la pena la experiencia.
El singular paraíso entorno al vino, la cultura y el ocio que ha creado desde 1923 la familia Suqué Mateu, se ubica a hora y media de Barcelona, pero mentalmente parece un viaje a mayor distancia. El Resort está abanderado por el Castell de Peralada, una fortaleza medieval del siglo XIV y con 77.000 metros cuadrados de jardines diseñados por François Duvillers.
De ruta por el resort
Es el corazón del Restaurante Castell Peralada, premiado con una estrella Michelin, y alberga también un museo y biblioteca con 100.000 volúmenes, la iglesia del albergar Carmen y el claustro gótico. De modo que tan solo recorrer sus instalaciones ya puede ocupar la agenda del viajero.
El año 2022, sin embargo, ha estado marcado por el estreno de una nueva bodega –obra del estudio RCR Arquitectes– que amplía su proyección internacional como elaborador de vinos que se comercializan en los cinco continentes. El nuevo reto ha sido aunar sus raíces y la vanguardia arquitectónica, además de propulsar la DO Empordà. Tiene capacidad para elevar la producción hasta 2.240.000 botellas anuales.
La larga tradición vinícola de Peralada, que data del periodo medieval y de la mano de los monjes carmelitas del Convento del Carmen, se ha ido fortaleciendo generación a generación desde sus cinco viñedos. Cuentan con cinco fincas, Garbet, Malaveïna, Pont de Molins, La Garriga y Espolla. Y ahora pueden presumir de la primera bodega en Europa que cuenta con la certificación LEED Gold de sostenibilidad gracias a las nuevas instalaciones, que se integran en el paisaje.
Recorrerlas es profundizar en el mismísimo origen de la uva, el ritual de la elaboración, la fascinante arquitectura que casa tecnología y naturaleza, todo ello con cierto componente místico.
Atardeceres de postal
Integrado en un marco verde y con atardeceres de película, el Hotel Peralada –renovado en 2016 por la interiorista Sandra Tarruella—induce al sosiego tan pronto se cruza su umbral. Expositores de vinos y cavas de la marca recuerdan permanentemente que uno se mueve en un territorio privilegiado, que incita a las catas y la buena mesa.
El alojamiento se caracteriza por un diseño elegante y basado en materiales nobles, con maderas claras y espíritu de calma. Sus 64 habitaciones abarcan desde la suite presidencial de 90 metros cuadrados a la Premier, de 32 metros, también espaciosa y luminosa.
Desde este espacio, uno puedo sucumbir a deportes como el golf (campo de 18 hoyos), recorrer la zona en bici, jugar a pádel, descubrir su excelente gimnasio o relajarse en su piscina y solárium.
Al lado, el Wine Spa ofrece un relajante circuito acuático por un mínimo suplemento a los huéspedes. Cuenta con piscina climatizada, salas de tratamiento, sauna seca y hammam, y el Divinum, un spa privado para parejas y grupos. También tienen una amplia oferta de tratamientos aunando las propiedades del agua y la uva, que no falta en esas tierras.
Descanso y buena mesa
Dejando a un lado el ocio, no hay huésped que recale en el complejo sin recorrer sus múltiples opciones gastronómicas, todas bajo la batuta de Paco Pérez. Sin moverse del hotel, late L’Olivera, con una cocina contemporánea que quiere expresar la identidad del territorio.
El espacio, con gran protagonismo del vino (las botellas forman parte del interiorismo), incluye un agradable bar para una primera o última copa. El restaurante, más informal a mediodía, adquiere un ambiente más íntimo para las cenas.
Siempre animado por su buena relación calidad precio, L’Olivera exhibe una carta atractiva que varía según la temporada. Entre los platos para compartir (jamón ibérico, navajas en escabeche, croquetas de escalibada, buey de mar en una galantina de aguacate y espárragos…), probamos los calamares ‘black & white’, llamativos por su rebozado con tinta y con una fritura redonda.
Entre los de temporada, brillan por su extraordinaria factura las judías finas al pesto con burrata. Una delicia para el paladar y para los sentidos, por el punto de cocción que deja la hortaliza crujiente y verdísima. Los langostinos al ajillo, menos originales pero muy ricos, fueron el contrapunto marinero.
Carta o Menú sentidos
Solo tres opciones abren la oferta de platos principales de pescado, pero certeras. Para quienes no solo amán el atún, sino también cierto componente de ‘showcooking’, es imprescindible su tartar elaborado en sala. Los ingredientes se integran con brío junto a la mesa y se dejan macerar ligeramente mientras el comensal aún se dedica a los entrantes. Atún de primera calidad y cantidades generosas lo convierten en un plato de gran éxito.
Entre las carnes, el repertorio incluye desde otro tartar en sala en versión de ternera; el cerdo Duroc al estilo Marrakesh; el pollo de corral en su jugo, con setas mitake, boniato y cigalas; o el filete de ternera de la Albera. Este último, cortado y con un montaje singular con setas y cremoso de queso, es un plato tan contundente como equilibrado, donde la jugosísima ternera no queda eclipsada por los aderezos.
Si el apetito alcanza, los postres apuestan por la fruta (frutos rojos, melocotón Melba…) y el culto al chocolate, más helados y sorbetes.
Para los que no quieren tener que elegir, una buena opción es el Menú Sentidos, de 55 euros más bebidas.
Como elemento imprescindible de la experiencia, cabe destacar el extraordinario servicio de sala que lidera Eduard Verdaguer, dando brillo a la cocina que ejecuta Gabriel Mateeuzzi.La misma sala acoge por las mañanas un desayuno buffet.
Ágapes de castillo
Pero el resort cuenta con otras opciones gastronómicas en el castillo. En el ‘estrellado’ Castell Peralada Restaurant, bajo la dirección culinaria de Javier Martínez y con Toni Gerez en sala, se reinterpreta creativamente la tradición culinaria del Empordà (también con un Sol Repsol). Sin olvidar su ya mítico carro de quesos con 300 variedades. Un ambiente exclusivo tanto en su refinado interior como en la terraza con vistas al lago.
La gastro ruta no puede obviar el Shiro by Paco Pérez, en los jardines, inspirado en el recetario asiático. Los platos tienen raíces japonesas, vietnamitas, coreanos o tailandesas, abrazadas con soltura a los ingredientes mediterráneos.