Perder el miedo a soñar

Por Maria Mikhailova @mashamikhailova

Posted on octubre 27, 2014 Actualizado enn octubre 27, 2014

De nuevos los miedos… Les conozco tan bien y les tengo ya tanta manía, que en cuanto asoman, tengo unas ganas de fulminarlos… pero no es fácil. Por eso los comparto, a ver si así se desvanecen y me dejan en paz de una vez.

Bromas aparte, esto es muy serio, amigos. Los miedos, me refiero. Siempre hablamos del miedo a empezar, a hacer cosas nuevas, a intentar eso que nunca nos atrevíamos… pero hay un miedo mucho más potente, anterior, un miedo invisible para nosotros, que pasa de puntillas por delante de nuestras narices, con el único propósito de que no nos percatemos de su existencia. Ese miedo tan peligroso se llama miedo a soñar. Ni más ni menos.

Si los miedos consisten en una situación real o imaginaria que nuestro cerebro percibe como amenaza y por tanto decide luchar, huir o paralizarse, ¿qué peligro puede haber en soñar, es decir, en crear deseos, imaginarlos? Pues mucho. Para empezar, algunos creemos que “soñar es malo” o “soñar es una actividad inútil”. O peor todavía: porque simplemente no nos permitimos soñar.

Os voy a poner un ejemplo. En coaching hay una herramienta muy útil para determinar cómo está tu vida a nivel general en estos momentos, se llama Rueda de Vida. Consiste en una evaluación de tu situación actual en los ámbitos más importantes de tu vida. Esa primera parte se nos suele dar bastante bien: todos conocemos nuestros puntos flacos.

Pero después hay una proyección al futuro: imaginar que nuestra vida en un año se ha vuelto maravillosa, que todos nuestros mayores sueños se han cumplido, que ha sido el mejor año de nuestra vida y hemos obtenido lo máximo o incluso más de lo que podíamos desear. Pues ahí, en ese juego, es donde surge muchas veces el problema. Nos cuesta muchísimo imaginar una situación futura ideal, en la que se alinean los astros, la suerte y de pronto todos nuestros deseos se hacen realidad.

Mi labor como coach en estos momentos es tratar de que el cliente abra su mapa, su realidad y la haga grande, mucho más grande. Que deje volar su imaginación hasta límites insospechados, como cuando era niño y se atreva —se atreva, ésta es la clave— a soñar, a creer que puede o hipotéticamente es capaz de conseguir sus mayores sueños. Y eso cuesta. En cuanto el coachee (el cliente) trata de imaginar ese futuro, lo hace dentro de sus límites actuales: ¿pero cómo voy a mejorar mi relación con mi familia, si ellos son así o si pasa esto?, dudo mucho que consiga este trabajo tan deseado, porque mi formación o mis contactos son así o asá. Y esto son sólo algunos ejemplos.

A veces el mero hecho de verbalizar algo, abre ante nosotros esa posibilidad inmensa, y vemos que nuestro problema tiene solución. La cuestión es: ¿queremos de verdad solucionar nuestros problemas? ¿O es que hay algo positivo e invisible en ellos que nos atrae y mucho? ¿Qué puede haber de positivo en la pereza, en fumar, en no querer cambiar, en vivir desganado? Al parecer hay algo que no vemos o no queremos ver, y ese algo nos frena, nos limita pero al mismo tiempo nos mantiene en este conocido y maldito espacio de confort, esa zonita segura, esa aparente tranquilidad o rutina. Hay algo bueno en ella. De nosotros dependerá decidir si queremos permanecer en el confort o atrevernos a dar ese primer y ese tan complicado paso: soñar en voz alta.