Con esto no pretendo afirmar que la razón esté de parte del movimiento 15M, pues, al menos para un servidor, las verdaderas aspiraciones de este grupo siguen siendo tan ignotas y arcanas como hace un mes, algo del todo previsible si consideramos que primero ha germinado el movimiento y, una vez constituido, ha habido que improvisar a toda prisa un ideario, esa razón de ser que justificara la reunión de indignados.Tampoco pretendo afirmar que a los indignados les falten las razones para estarlo. Además sería absurdo, pues resulta evidente que para movilizar a tal cantidad de personas de todas las condiciones es imprescindible la presencia de múltiples y poderosas causas.El movimiento 15M era una hermosa utopía, una manifestación espontánea y sincera del descontento popular, pero los sueños son como la ropa de mercadillo, hermosa en primera instancia, si bien el uso diario la torna en trapos viejos a los pocos días.En todo caso, se antoja evidente que el movimiento ha sido contaminado por aquellos para los cuales cualquier excusa es buena para montarla, y, aunque sean una minoría, la imagen del 15M va a estar asociada por los restos a esta suerte de remake de “Asalto al distrito 13” que ha supuesto el sitio a las cortes catalanas.Aunque en principio no tenga demasiado que ver, el acoso a Gallardón en su domicilio también es otra versión de la misma melodía: “Todo vale si nos juntamos los suficientes”.Basta con la presencia de un puñado de descerebrados, menos de un centenar, para reventar cualquier iniciativa multitudinaria, pues son algosimilar a un agente infeccioso, y las aglomeraciones su caldo de cultivo ideal. El movimiento 15M ha sido infectado, y la única forma de salvarlo es abandonar la actual política de actuaciones y refundarlo de otro modo, no me pregunten cuál. Eso, o convertirse en el instrumento de un puñado de camorristas. Columna publicada en El Soplón