A consecuencia del buen resultado producido por la entrevista mantenida por el comandante Villar con los jefes temsamanis, el 1 de junio, sin consultar con el alto comisario Berenguer, el general Silvestre, autorizó a Villar para que ocupara la posición de Abarrán, la cual se encontraba bastante adelantada de la línea del frente, en territorio de la cabila de Tensaman. En la operación intervinieron 1.461 hombres y 485 cabezas de ganado, los cuales se retiraron una vez ocupada la posición; quedando en ella unos 250 hombres, de los cuales 200 eran indígenas. Las fuerzas eran: dos mías de la policía indígena al mando del capitán don Ramón Huelva Pallarés, una sección de Regulares, una batería de montaña, compuesta por cuatro cañones Krupp de 75 mm, con 28 artilleros al mando del teniente don Diego Flomesta Moya, una estación óptica, servida por 3 soldados de ingenieros. Como aprovisionamiento: 300 cargas de metralla y granadas rompedoras, 40 cajas de munición para Mauser y 4 cajas para Remington.
Estas fuerzas eran insuficientes para el papel ofensivo que tenía pensado el general Silvestre, especialmente cuando su ocupación se hizo en presencia de la harka enemiga. Además, Abarrán estaba lejos de Annual, sin caminos y sin socorro cercano, en una zona de terreno escabroso y sin poder contar con obtener auxilio ninguno de la harka de los naturales del lugar.
Del desarrollo de esta operación, los coroneles Dávila y Morales, no eran partidarios de emprenderla, en contraposición de algunos oficiales de la policía indígena y de los manolos —estos últimos partidarios siempre de apoyar las decisiones de Silvestre—, a pesar de lo cual la operación se realizó. Pero la preocupación de Dávila y Morales estaba muy justificada, ya que al poco de retirarse el grueso de la columna que había llegado hasta la posición, los temsamanis, que los habían acompañado, comenzaron a abrir fuego desde una loma cercana, contra los efectivos que habían quedado en la posición, aun sin haber podido fortificarla convenientemente. Fue entonces cuando una buena parte de las tropas indígenas desertó pasándose a integrar el grueso de fuerzas de los benirriagueles. En los primeros instantes, las mías intentaron repeler el ataque, pero al ver la superioridad del enemigo, mataron al capitán Huelva y se pasaron a engrosar las fuerzas atacantes. Así se dio por terminada la defensa.
Pero las desgracias no acabaron en Abarrán y seguiremos descubriéndolas para todos aquellos lectores que estén interesados en el tema. Para los que no les importan los compatriotas muertos por defender los intereses de unos pocos mejor que no lo lean; para los que siguen defendiendo que fueron a África aquellos que no pudieron pagar por no ir, o los que fueron porque algún potentado les pago para que fueran en su lugar; mejor no lo leáis. Nada va a variar vuestro absurdo e inútil adoctrinamiento. La Historia es la Historia, sin colores ni partidos ni ideologías.
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Ramón Martín