(Al filo de los días). Por una columna de Sergio del Molino acabó de enterarme que ya se han cumplido ¡diez años! de la extraña madrugada en que Perdidos, la entonces no sé si mítica o sólo mefítica serie de televisión, llegó a su increíble fin celestialmente chapucero. ¡Diez años! Mientras me sobrepongo al susto temporal y trato de reordenar algún recuerdo no inventado (me ayuda a ello esta crónica de aquí mismo), caigo en la cuenta —aunque ahí estaba ya la intuición— de que los verdaderamente “perdidos” éramos los espectadores. Tal vez el río siga siendo una salida.
(Al filo de los días). Por una columna de Sergio del Molino acabó de enterarme que ya se han cumplido ¡diez años! de la extraña madrugada en que Perdidos, la entonces no sé si mítica o sólo mefítica serie de televisión, llegó a su increíble fin celestialmente chapucero. ¡Diez años! Mientras me sobrepongo al susto temporal y trato de reordenar algún recuerdo no inventado (me ayuda a ello esta crónica de aquí mismo), caigo en la cuenta —aunque ahí estaba ya la intuición— de que los verdaderamente “perdidos” éramos los espectadores. Tal vez el río siga siendo una salida.