El dominio del caos.
«Hay más cosas en el cielo y en la tierra, Horacio, que todas las que pueda soñar tu filosofía.»
-Hamlet sobre un capítulo de Perdidos.
Perdidos, aquella epopeya televisiva que empezó como una modernización del relato de Robinson Crusoe y que desembocó en una compleja y críptica telaraña de tintes esotéricos, ha llegado a su fin, después de 6 temporadas, 121 capítulos y casi 5.000 minutos en antena. Han sido varios años de teorías y elucubraciones, y en su afán por eludir cualquier tipo de análisis, la serie se ha comportado de manera escurridiza y laberíntica, muy autoconsciente de la controversia que creaba. El enigma planteado por J.J. Abrams ha jugado con el espectador intencionadamente, mostrando su rostro más versátil, comportándose como una aventura exótica, un thriller paranoide, una pesadilla nihilista o un rompecabezas para nerds, dependiendo de la temporada en que se encontrara, y elaborando excursiones a la ciencia ficción más metafísica, o incluso al péplum místico, en su recta final.
Toda esta falta de entidad global puede ser fácilmente criticada y es una de las causas que ha provocado desapego entre cierto sector del público, que no ha conectado con el extraño devenir de los acontecimientos. Pero lo cierto es que esta ambivalencia de géneros, sumada al amasijo de elementos aparentemente inconexos que se encuentran en la serie -islas tropicales, templos de cartón piedra, mundos paralelos, sociedades secretas, fantasmas- también ha propiciado una libertad narrativa sin precedentes en la pequeña pantalla. La gramática de Perdidos está repleta de cliffhangers de infarto, imposibles giros argumentales, saltos temporales, muertes súbitas, flashbacks, flashfordwards, flash-sideways y mil y una piruetas que han servido para articular una narrativa poliédrica y exasperante, pero completamente adictiva.
Cada vez que hemos subido un peldaño en la conciencia de la serie ha aumentado nuestro desconcierto, y muchos hemos llegado a sospechar que el auténtico leitmotiv de la misma no era otro que el de dejarnos continuamente de pasta de boniato. Perdidos siempre ha huido hacia adelante y se ha dejado por el camino varios frentes abiertos, algo casi inevitable en un artefacto tan heterogéneo y sofisticado como este, y sin duda podemos tildarla de manipuladora y tramposa, pero también ha sabido entender como nadie las necesidades e intereses del espectador moderno. La serie ha sido una amante exigente que ha apostado por nuestro compromiso y nunca ha buscado el camino fácil, y cuyos desenlaces jamás han dependido de los habituales convencionalismos del drama, redoblando así su efecto.
Poseedora de componentes fantacientíficos y alegóricos, evocadora de todo un universo simbólico y místico de una sencillez sorprendente. Esta aventura, mítica o fabulosa, se ha obstinado por permanecer en la penumbra capítulo tras capítulo, narrándonos una odisea metafísica no exenta de cierta carga moral, pero cuyas reglas y límites nunca han sido desvelados. El juego de opuestos siempre ha estado ahí -bien y mal, fe y ciencia, Jack y Locke, Jacob y el Hombre de Negro- pero la serie ha dejado que sea el público quien juzgue el papel de cada uno, facilitando un amplio abanico de interpretaciones. Sus personajes han sido densos, abiertos y dinámicos, con elementos contradictorios y la capacidad de sorprendernos convincentemente. La línea que ha separado al villano del héroe siempre ha estado poco clara, alimentando un debate que se ha extendido más allá del sofá de nuestras casas y que ha llegado a los medios de comunicación, convirtiéndose en todo un fenómeno televisivo.
El broche de oro lo ha puesto un cierre difícilmente superable; la retransmisión simultánea del último capítulo en 59 países distintos. Un final épico y emocionante donde la serie, a pocos minutos para el final, ha vuelto a hacer una cabriola narrativa, aproximándose peligrosamente a los arquetipos de desenlaces que dan rabia. La conclusión no ha funciona bien a nivel narrativo, pero el fuerte vínculo que se ha establecido con los aficionados le ha dado sentido. Perdidos ha tomado conciencia de sí misma en su última temporada y al final, se ha permitido el lujo de que nos despidamos de los personajes. El momento hay que saborearlo como lo que es, un homenaje, que cada uno juzgue si era merecido o no.
La frase: «Este lugar es distinto. Es especial. Los demás no quieren hablar de ello porque les da miedo, pero todos lo sabemos, todos lo sentimos.»
La frase 2: «No te entiendo… pero te quiero.»
BONUS TRACK: