Perdidos y desorientados

Publicado el 13 febrero 2017 por Jcromero

David Trueba, al escribir sobre el proceso de Podemos en un artículo que titula Vistatriste, recuerda el consejo que le dio Pablo del Amo, al que define como un hombre íntegro de una izquierda perdida: "Las películas no se dirigen en asamblea, eres el director y por tanto responsable". Esta frase me hizo recordar algo que leí sobre Stanislavski, su método y la conveniencia de aplicar determinados elementos del mismo en política.

Para el director ruso la escenificación no consistía sólo en la plástica de la representación. El decorado, el vestuario, los efectos de luz y la interpretación de los actores eran elementos de un entramado que debía armonizar con la creación literaria y con la visualidad escénica. Ante cada estreno partía de una asamblea con los actores. Sin recomendaciones ni advertencias previas, les proponía interiorizar, asimilar, vivir el personaje. Finalizado el debate, empezaban los ensayos. El director pretendía ir más allá de una simple representación. Como entendía que el objetivo final de toda escenificación es el público, lo que le interesaba era la comunicación, el sentimiento y reacción que pudiera provocar en el espectador.

En política, igual que en otros ámbitos, el director dicta lo que hay que hacer y se hace lo que dice el director, el jefe, el secretario general, el barón, la baronesa o el caudillo del contubernio. Como aquí se suele dejar constancia de la perplejidad que suscita la respuesta electoral que recibe la derecha, simplemente apuntar que ya no es sorpresa la unanimidad búlgara de los asediados por la corrupción en los tribunales. Tampoco el márquetin de los otros. Me enteré que eran socialdemócratas cuando anunciaron que dejaban de serlo. Para quien se considera ciudadano de izquierda, lo preocupante no está en la derecha, que también porque entre todos le hemos dado el gobierno, sino en la izquierda.

Uno, en su infinita ignorancia, pensaba que la nueva política proponía mayor protagonismo a la participación directa de los ciudadanos; que el "no nos representan" daría paso a una especie de nos representamos nosotros mediante una mejor interacción con los representantes electos, con prácticas dialogadas y elaboradas de otra manera y donde la participación ciudadana sería principio y estandarte. Sin embargo, las expectativas no son buenas. El PSOE se gibariza entre luchas internas y prácticas antidemocráticas que lo mismo sirven para cambiar cerraduras de despachos que para asaltar Ferraz como vulgares asaltantes. En Podemos, con la misma velocidad que ganó protagonismo y presencia institucional, adquirió ciertos hábitos de los partidos tradicionales. Se discute sobre ideas y estrategias pero, cuando se trata de dilucidar si el líder debe tener un control absoluto sobre el partido, si debe imponer sus tesis y rodearse de los afines más fieles postergando a quienes tienen otra forma de ver o interpretar el proyecto, se sacan las navajas y se descalifica incluso algo tan relevante como la forma de vestir. Aunque en Vistalegre II se proclamó unidad y humildad, tengo mis reservas ante tan juiciosa proclama. Me temo que, apagado los ecos de las bases, se volverá al cesarismo del jefe es el que manda; gabinete, asesores y seguidores a callar y obedecer.

Uno, en su ingenuidad congénita, pensaba que los intrusos del sistema que emergían de calles y plazas venían para cambiarlo, de momento quien está ciambiando y afianzado las políticas más regresivas es un PP corrupto, sí, pero eficaz en su labor. Mientras tanto, la izquierda está perdida en querellas internas y nosotros desorientados. Los partidos de izquierda deben contar con la infidelidad electoral de sus votantes. Por ello, deberían saber que para esquivar la indiferencia, que no deja de ser la mejor aliada del sistema, es importante no alimentarla.

Es lunes, escucho a Michael Dease Quintet:

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