Andaba yo, por las Españas, viviendo mi sambenito personal de
adaptarme a las costumbres ibéricas, incluido el jamón y el pan de barra. El
aceite de oliva ya me lo zampaba antes, cuando era un crio, puro de lata
pequeña, de marca Borges creo, al estilo de una lata de leche condensada. Y
cómo no, aprendiendo nuevos vocablos como aquel fabuloso y arrollador ‘tragaperras’ (léase tragamonedas). Entre
tapa y pincho (sucedáneo pobre del asado argentino) aclimataba mi gaznate al vino de Rioja -áspero pero bueno-, ya no
‘entre San Juan y Mendoza’ como decimos acá cuando estamos entonados. Eso para el cuerpo. Pero alimento para el
espíritu era algo más difícil de encontrar. Así, rebotando entre la TV y la
radio y preguntando a algunos nativos, descubrí
aliviado que Julio Iglesias era ya repertorio de las abuelitas y Enriquito y su
bobalicona ‘experiencia religiosa’ sólo acongojaba a algunas quinceañeras.
Pensar que en Miami y Latinoamérica, padre e hijo, todavía levantan polvareda.Perdonen que me ande por las ramas, pero las películas como
los partidos de fútbol tardan en arrancar ¿o no?... ¡Ah música, fiesta para el
espíritu, divino tesoro como la juventud, no te vayas para no volver! (decía mi
buen amigo Rubén Darío). Ahí, encerrado en el apartamento dosificaba el tedio y
la dureza del invierno con algunos discos de mis santos: Soda Stereo, Eric Clapton, Los Rodríguez y algo más. Pero
el monoteísmo puede aburrir al mejor creyente, así que cogí los deberes y poco
a poco fui desentrañando el espectro musical español.Amén de recordar a viejos conocidos y pillar a nuevos
artistas, al menos en la categoría del
rock, descubrí que; los ‘Héroes’ se habían silenciado pero eran
leyenda, los ‘Celtas’ habían dejado
de ser Cortos, los ‘Seguridad Social’
ya se habían jubilado y me preguntaba cogitabundo porque sabía tan poco de
ellos. Ya sé, me habían acostumbrado -los nefastos programadores de la FM- a Mecano, Duncan Dhu, La Unión y sus
cómplices de la Movida Madrileña,
que por otro lado no están mal pero de esencia rockera poco o nada. Perdonen mi pobre conocimiento de música
española, pero quiero justificarme; como latino me veo invadido ferozmente por
el rock norteamericano, aburrido por el rock mercenario de Maná, nostálgico por
el otrora buen rock argentino y pare de contar . De España me llegaban los ecos de los Bosé, los Alejandro Sanz, los
Bisbal, los Orejas de Van Gogh y otros enlatados relucientes, pero reñidos como
mi cultura musical.Zambulléndome entre otros géneros para mí algo desconocidos,
descubrí gratamente a viejas leyendas como ‘Los
Secretos’ (ya habrá ocasión para hablar de ellos), los innovadores ‘Fito y Fitipaldis’, un cantautor de
trova, Ismael Serrano -tal vez olvide
algunos otros, cito de memoria- y cómo
no al pop rock con aire flamenco de ‘El último de la fila’ y mejor aun de su
líder, ya como solista; Manolo García. A veces los amigos nos reunimos, en una especie de noche de tragos, que se reduce
al habitáculo confortable de una furgoneta, tenemos el viejo vicio de escuchar
aquella música que siempre nos trae recuerdos, los que comúnmente llamamos
clásicos. Uno de estos colegas tiene la manía de ‘torturarnos’ una y otra vez
con su tema favorito de Sting. Yendo al caso, yo tengo una terna de canciones con
las cuales me gusta ‘torturarme’ aunque no tenga explicación, ni me recuerden
nada, acaso me evoquen algo sus atmósferas. Estas canciones son: ‘Dance
me’ de Leonard Cohen, ‘Wonderful tonight’ de Eric Clapton y
una de Manolo García.Aunque lo descubrí tarde, ¿Qué tiene de especial, este
trovador de estilo costumbrista con aires de flamenco, muy propios del pueblo
español, siendo mi realidad, social y
culturalmente distinta. Quizás son sus letras, a la vez cotidianas como
inexplicables o surrealistas. Este tío
canta con una voz de un viajero solitario que se sabe derrotado, con un tono a
la vez nostálgico y de abandono, con un timbre extenuado como si arrastrara las
palabras, con la sensación de un cuerpo reducido a un montón de huesos, conscientes de que se les ha ido el alma. Acordeón
y guitarra van (dolorosamente) de la mano mientras se escucha el estribillo ‘ahora sopla el viento cuando el mar quedó
lejos hace tiempo’, hermosa metáfora de que a veces nos sonríe la suerte
cuando ya no la necesitamos o ya es demasiado tarde.No es casualidad, que los grandes artistas a medida que la
experiencia les pesa sobre los hombros, abandonen el estilo jovial y en muchos
casos superficial de sus años mas mozos.
Aunque a muchos no guste, prefiero la oscuridad y tristeza lírica de unas
letras a los acordes alegres pero vacios de la juventud. Lo digo porque no me agrada
mucho ‘El último de la Fila’, pero adoro el estilo lento de Manolo como viejo
lobo de mar.El día que compre mi primer coche, iré a toda máquina a
cualquier parte, disfrutando ‘Pájaros de barro’ mogollón… sí hasta
la extenuación. No se me ocurre mejor sitio ni mejor momento para escucharla que
conducir solo por una carretera solitaria. Y ¡al carajo todo lo demás! (con
perdón).Ah, por si esto no bastara, este tío también pinta y no lo
hace mal, desde chico, dicen. ¡Ya ven!...al final he perdido el tiempo porque
casi no he hablado de Manolo García, pero este buen hombre con aire triste, con
sólo haber escrito una canción se ganó mi respeto.