“La cuestión es que la ambigüedad se ha vuelto a colar en las explicaciones de nuestros representantes. Si la ministra hubiera pedido perdón en nombre de Federico Trillo, –que en ningún momento fue mencionado por ella–; o si lo hubiera hecho en nombre de José María Aznar, el patriota que presidía el gobierno en aquel momento; o en nombre de Mariano Rajoy, vicepresidente entonces y presidente ahora y gran maestro del despiste simulado; o del Ministerio de Defensa que ahora dirige; o en el suyo propio, a todos nos hubiera quedado claro. Pero, al hacerlo en nombre del Estado, no sólo adultera la petición de perdón, sino que además diluye de tal modo las responsabilidades, que hasta las hace extensivas a todos y cada uno de los ciudadanos; porque resulta que todos nosotros somos también miembros del Estado.
“En resumen, parece que doña Dolores pidió perdón en nombre de todo y de todos y nos hizo a todos responsables de aquel desastre; en lugar de hacerlo exclusivamente en nombre de quienes sí tuvieron responsabilidades en un accidente que pudo haber sido evitado. Esta forma de pedir perdón tiene trampa y es una nueva y refinada manifestación de soberbia. Pedir perdón con paliativos y en nombre de un ente en el que todo cabe, me parece que no es pedir perdón, sino volver a emular a los hermanos Marx, con la diferencia de que esto no tiene ninguna gracia”.