Perdóneme Padre, porque he pecado...

Por Pecados Capitales @PecadosCap

Ay, Señor, ¡¡cuántas dudas he tenido esta semana!!. Mi primer impulso era hablar de los que, en mi opinión, son los grandes avariciosos de la historia; es decir, la cúpula vaticana, tan de actualidad en estos días. Toda esa pompa, boato y lujo me estaba enfermando... Bueno, vale, sí, soy avariciosa y debería comprender todo ese afán por acumular tesoros. A lo mejor es que me puede la envidia y los querría para mi. Pero después de darle muchas vueltas, decidí cambiar de tema porque me temía que terminaría pareciéndome más a Lady Ira despotricando contra lo que me parece un lujo indecente.
Así que siguiendo con el tono “religioso” he decidido confesarme. Perdóneme padre porque he pecado de avaricia (¡¡vaya novedad!!). Uno de mis grandes tesoros (además de los libros) son... los perfumes. Sí, sí, los perfumes, colonias y aguas de colonia. Mi afán por acumular se ha convertido casi en una obsesión y en una manía.
Una de mis peculiaridades es que cada día mi aroma es diferente. Después de la ducha mañanera decido qué perfume o colonia utilizar según mi estado de ánimo, la ropa que me voy a poner (¿qué os pensabais? No puedes perfumarte igual si vas de vaqueros que si llevas vestido y tacones) o las actividades que voy a realizar ese día (¡¡pues claro!! no es lo mismo ir a trabajar que salir de fiesta, es casi un pecado oler de la misma manera). Por eso, cuando leo en una novela romántica a las que soy tan aficionada, que a la protagonista se la define e identifica por su olor particular (rosas, jazmín, lavanda...) siempre pienso lo mismo: ¡¡conmigo la llevaban clara!!, es evidente que yo volvería loco al héroe porque nunca olería igual...
Y hablando de héroes, no sé si sabéis que la historia cuenta que Alejandro Magno era muy aseado y limpito. Según dicen, era capaz de perfumar cualquier habitación con solo el aroma de su cuerpo. ¡¡Flipante!!
Lo que es innegable es que el perfume está tan presente en la historia del hombre como cualquier héroe o leyenda. Los aromas de la naturaleza han acompañado al ser humano siempre: las flores, el mar, los árboles... Ramón Planas y Buera del Museo del Perfume de Barcelona sostiene que todo comenzó en la prehistoria, el día que el hombre primitivo encendió una hoguera para calentarse o para alejar las fieras que pudieran acecharle y, por pura casualidad, encendió algunas ramas o resinas de un árbol y éstas comenzaron a desprender un olor agradable, un olor inédito que nunca antes había sentido nadie. Los sumerios, los griegos, los egipcios han utilizado los perfumes no solo para uso personal sino que eran una parte importante de sus rituales religiosos.
Para los griegos, todo lo bello, armonioso, proporcionado y estético era bueno y por ende de origen divino, así que a nadie puede extrañarle que atribuyeran a sus Dioses el regalo de los perfumes y los ungüentos...
La cosmética floreció en Roma como nunca antes había ocurrido en ningún lugar y así como ahora los productos de belleza pretenden venir de París, era muy “de nivel” decir que las fragancias llegaban desde Grecia (aun cuando no lo fueran…como ahora). Las damas romanas tenían una forma bastante particular de perfumarse: hacían llenar la boca de sus esclavas con perfumes para luego ser espurreadas en rostro y cuerpo. Una especie de vaporizador humano.... ¡¡¡ay ay ayyyyyy qué asquitoooo!!!
Los sacerdotes egipcios fumigaban sus oraciones con perfumes que ellos mismos elaboraban, empleando olores fortísimos que favorecían la elevación del espíritu. Así creían obtener la protección de los dioses y se aseguraban el paso al más allá (y con esos olores no me extraña, podrían enviarlos al otro mundo con un par de inhalaciones). De hecho, esta creencia es la que explica la práctica del embalsamamiento que los egipcios practicaron con tanta pericia: conservar el cuerpo en sustancias imputrescibles y perfumadas para entrar así al cielo de los egipcios. Desde luego, es importante no entrar en el cielo oliendo mal. Antes muerta y aromatizada que sencilla...
En su relato de la historia del pueblo de Israel, la Biblia está llena de citas sobre el uso de perfumes, como los consejos que Noemí da a su nuera Ruth en el uso de fragancias para agradar más aún a Both o cuando Judit se arregla y perfuma para seducir a Holofernes, encubriendo así su verdadero propósito de liberar al pueblo. El Cantar de los Cantares es una verdadera oda a la perfumería y los ungüentos. No obstante, el cristianismo trae consigo una regresión en la utilización de los perfumes y los cosméticos y la condena a las «artimañas del diablo" utilizadas por las mujeres para seducir a los hombres. Claro, es que somos malas y pecadoras...
En la Edad Media (donde parece ser que no eran tan limpitos) se fabricaron ungüentos con sustancias aromáticas, musgo incluido y después de un período de utilizar animales. Durante el Renacimiento se produjo una especie de redescubrimiento de la cultura greco-romana y, con la invención de la imprenta, numerosos tratados antiguos de perfumería fueron traducidos y publicados en francés e italiano, haciendo llegar a la población mil y un maneras de usar perfumes. Por desgracia, es en este período cuando se deja de lado a la higiene y se recurre a los perfumes para “no oler como carneros”. Es tan común entre las damas no bañarse como ponerse en las axilas y entre los muslos esponjas perfumadas. Pero no hay nada peor que no lavarse y tratar de disimular el olor con perfumes ¡¡¡puaaaaggggg!!!. Por eso es tan importante el aseo personal (lo siento, hoy en día no hay excusa para los malos olores).
Pero el puesto de honor entre los mugrientos lo tiene Enrique IV de Francia: no solamente no se lavaba nunca sino que además ni siquiera tenía por costumbre perfumarse. En su noche de bodas, su esposa estuvo a punto de desmayarse y cartas de sus amantes dejaron testimonios de las náuseas y vahídos que sufrieron al compartir su lecho. Pero parece que por lo menos se bañó una vez. Fue en el Sena, en donde antes de hacerlo, y a la vista de todos, orinó abundantemente. Y viendo que su hijo, el futuro Luis XIII, dudaba en meterse al agua, le dijo una célebre y paternal máxima que haría palidecer al mismo San Martín:
-”Con confianza, báñate y no tengas miedo que más arriba del río otros habrán meado antes que yo”. ¿Tengo que hacer más comentarios al respecto? No puedo, me voy a desmayar un momento y vuelvo enseguida.
¿Y quién no conoce el libro de Patrick Süskind “El Perfume”?. La historia de un asesino en serie que mata para conseguir el aroma perfecto con los cuerpos de sus víctimas (y ahora tengo miedito).
No me puedo olvidar de la mítica frase de Marilyn Monroe, que a la pregunta de qué se ponía para dormir, contestó "unas gotas de Chanel nº 5". Sensual y sugerente como solo ella sabía ser, con unas pocas palabras estoy segura de que hizo volar la imaginación de muchos hombres y unas cuantas mujeres también.
En cualquier caso, la historia de los perfumes por supuesto continúa hasta nuestros días para que podamos disfrutar de ellos y traigan a nuestra memoria momentos inolvidables de nuestras vidas. ¿A vosotr@sno os pasa que determinados aromas os trasladan a otros momentos y lugares?.
¿Comprendéis ahora mi pasión por los perfumes?. A estas alturas, espero que ya nadie dude de la importancia de este arte que existe para alegrarnos la vida. Ya de paso, como hoy es San José, aprovecho para felicitar a los papis, Josés, Josefas, Pepes y Pepitas  y además os informo de que, aunque ni soy padre ni me llamo Pepe,  si queréis hacerme un regalo siempre acertaréis con un libro o, como no, con un perfume...