Ay, Señor, ¡¡cuántas dudas he tenido esta semana!!. Mi primer impulso era hablar de los que, en mi opinión, son los grandes avariciosos de la historia; es decir, la cúpula vaticana, tan de actualidad en estos días. Toda esa pompa, boato y lujo me estaba enfermando... Bueno, vale, sí, soy avariciosa y debería comprender todo ese afán por acumular tesoros. A lo mejor es que me puede la envidia y los querría para mi. Pero después de darle muchas vueltas, decidí cambiar de tema porque me temía que terminaría pareciéndome más a Lady Ira despotricando contra lo que me parece un lujo indecente.
Para los griegos, todo lo bello, armonioso, proporcionado y estético era bueno y por ende de origen divino, así que a nadie puede extrañarle que atribuyeran a sus Dioses el regalo de los perfumes y los ungüentos...
La cosmética floreció en Roma como nunca antes había ocurrido en ningún lugar y así como ahora los productos de belleza pretenden venir de París, era muy “de nivel” decir que las fragancias llegaban desde Grecia (aun cuando no lo fueran…como ahora). Las damas romanas tenían una forma bastante particular de perfumarse: hacían llenar la boca de sus esclavas con perfumes para luego ser espurreadas en rostro y cuerpo. Una especie de vaporizador humano.... ¡¡¡ay ay ayyyyyy qué asquitoooo!!!
En su relato de la historia del pueblo de Israel, la Biblia está llena de citas sobre el uso de perfumes, como los consejos que Noemí da a su nuera Ruth en el uso de fragancias para agradar más aún a Both o cuando Judit se arregla y perfuma para seducir a Holofernes, encubriendo así su verdadero propósito de liberar al pueblo. El Cantar de los Cantares es una verdadera oda a la perfumería y los ungüentos. No obstante, el cristianismo trae consigo una regresión en la utilización de los perfumes y los cosméticos y la condena a las «artimañas del diablo" utilizadas por las mujeres para seducir a los hombres. Claro, es que somos malas y pecadoras...
En la Edad Media (donde parece ser que no eran tan limpitos) se fabricaron ungüentos con sustancias aromáticas, musgo incluido y después de un período de utilizar animales. Durante el Renacimiento se produjo una especie de redescubrimiento de la cultura greco-romana y, con la invención de la imprenta, numerosos tratados antiguos de perfumería fueron traducidos y publicados en francés e italiano, haciendo llegar a la población mil y un maneras de usar perfumes. Por desgracia, es en este período cuando se deja de lado a la higiene y se recurre a los perfumes para “no oler como carneros”. Es tan común entre las damas no bañarse como ponerse en las axilas y entre los muslos esponjas perfumadas. Pero no hay nada peor que no lavarse y tratar de disimular el olor con perfumes ¡¡¡puaaaaggggg!!!. Por eso es tan importante el aseo personal (lo siento, hoy en día no hay excusa para los malos olores).
-”Con confianza, báñate y no tengas miedo que más arriba del río otros habrán meado antes que yo”. ¿Tengo que hacer más comentarios al respecto? No puedo, me voy a desmayar un momento y vuelvo enseguida.
¿Y quién no conoce el libro de Patrick Süskind “El Perfume”?. La historia de un asesino en serie que mata para conseguir el aroma perfecto con los cuerpos de sus víctimas (y ahora tengo miedito).
No me puedo olvidar de la mítica frase de Marilyn Monroe, que a la pregunta de qué se ponía para dormir, contestó "unas gotas de Chanel nº 5". Sensual y sugerente como solo ella sabía ser, con unas pocas palabras estoy segura de que hizo volar la imaginación de muchos hombres y unas cuantas mujeres también.
¿Comprendéis ahora mi pasión por los perfumes?. A estas alturas, espero que ya nadie dude de la importancia de este arte que existe para alegrarnos la vida. Ya de paso, como hoy es San José, aprovecho para felicitar a los papis, Josés, Josefas, Pepes y Pepitas y además os informo de que, aunque ni soy padre ni me llamo Pepe, si queréis hacerme un regalo siempre acertaréis con un libro o, como no, con un perfume...