El pasado 25 de Septiembre falleció mi madre. Tenía alzheimer y llevaba unos 5 años cuidándola 24 horas al día 7 días a la semana con algún fin de semana libre. “Tienes que vivir” me decían. Siempre contesté: “Vivo”. Porque para mí la parte fundamental de la vida es el amor, y el amor es estar cuando te necesitan. Cuidé porque amaba, porque amo, porque la vida no es ver el Taj Majal o tomarse una caña con los amigos; eso solo es un cierto hedonismo que en algunos momentos deja de ser básico.
Ha sido duro, agotador, desesperante en muchos momentos. Para ambas. Ojalá no hubiera pasado, pero pasó, y repetiría cada minuto, hora, día, semana o año a su lado si me necesitara. Si no cuido a quien amo hasta donde me alcancen las fuerzas… ¿De verdad pensáis que hubiera vivido? ¿Habría vivido porque me pude pasear por la Gran Manzana o porque os dije que no podía ir a aquella cena y fiesta increíble que habíais montado, o a tal exposición? Eso no es Vida señores, es lo que nos han vendido los grandes almacenes o instituciones desubicadas que, las más de las veces, nos alejan de nuestra esencia. La vida se vive como viene, no se escapa de ella por estar más cómodos.
He viajado. Mucho. He salido. Mucho. He cuidado. Mucho. Y en los tres casos, he vivido. Mucho.
Debería callarme por no incomodar de más al personal. Pero no quiero. En el Redondal he dejado pedacitos de alma, y por esa razón también quiero contarlo cuando se me ha roto. Sanará, aunque quede cicatriz. Estoy en mi proceso de duelo, y por eso, dado que este blog se presupone literario o parecido, quiero compartir dos cosas: La bellísima Elegía de Miguel Hernández cantada por Serrat, y otra canción, en este caso de un poeta de Úbeda más famoso por cantante que por poeta, aunque es más poeta que cantante, Don Joaquín Sabina, que canta exactamente cómo me siento en estos momentos.
Va por tí y por mí mamá. Que duermas bien. Te amo hasta mi muerte. Ahora pasearé por La Gran Manzana cuando el COVID me deje, iré a cenas, bautizos, bodas y comuniones… pero no cambiaré un solo minuto en que dejé de hacerlo por pasarlo contigo.