Perfeccionista de las sensaciones

Por Dayana Hernandez

Con el propósito de librarme de cualquier responsabilidad utilizo esta frase de Cioran:
No escribimos porque tengamos algo que decir, sino porque tenemos ganas de decir algo.”

Quise decir:

Bienvenido a la incomprensión universal. Solo un simulacro de la unidad original. Aparentamos entender y ser entendidos pero lo cierto es que nunca llegamos a conocernos. Somos marineros inexpertos del hondo mar que es la conciencia del otro. Si llegamos a tener la impresión de haber conectado, es porque nos hemos mal entiendo correctamente. Las experiencias son un misterio ultra sensorial no intercambiable, así que la conexión es un mito. Somos arrogantes dictadores de nuestro reino mental sin contacto con otros dominios. Sentimos ser creadores de una gran composición musical que una vez tocada no es más que ruido para quien la escucha. No sé a que clase de visión esotérica me he sometido. No puedo parar, pero no sé porque sigo si la estética que deseo reflejar no tiene conexión con mi verdadera apariencia, lo que escribo no se parece en nada a lo que escribo dentro de mi, lo que soy nunca proyecta la imagen que creo estar reproduciendo. Hay un error en la transmisión, en ese momento en que la energía sale he perdido todo control sobre el mensaje. Lo que se recibe no es más que los escombros de la estructura de pensamiento original. Las ruinas de un templo de nociones que he profanado innecesariamente, no porque sean estas altas en su moral o su belleza pero son todo lo que me queda en posesión, no las podría desestimar. Me arrepiento de cuánto he dicho porque no ha sido pronunciado de la forma que se debía de pronunciar, de todo lo que he escrito porque no ha sido leído de la forma que se debía leer. Vivo con el presentimiento de que la nada acontecerá, con el preludio interno de que algo inmensamente vacío reventará. No un evento, no un cambio, nada que tenga que ver con el ambiente o las disposiciones de los demás. No hablo de alcanzar reconocimiento o de lograr un objetivo personal. Es más bien lo contrario a vivir intensamente o a la búsqueda de la emoción suprema. Hablo de preparativos de origen atómico, pero no a la escala de una fisión nuclear. Es una fórmula matemática de descomposicion corporal que se desarrolla lentamente y que dará como resultado un estruendoso estallido que nadie escuchará. El acto final,  La epitome de la perfecta putrefacción anatómica. Es pura física anti-espiritual. Necesito deshacerme de toda esta toxicidad sentimental. Necesito depurarme en una catarsis total.

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Arte: Vincent Van Gogh