Ese, un día, había sido su sitio, pero ya no; ya no había allí espacio para ella. Sobre una mesa se encontraba preparada una cajita de terciopelo rojo que, sin duda, contendría aquella preciosa joya… Se frotó de manera desesperada y nerviosa su desnudo anular izquierdo sintiendo un tremendo sentimiento de ahogo. Esa noche, él se prometería con otra y ella, que anteriormente lo había sido todo, ya no sería nada. Observó una vez más aquella silueta pensativa que no había reparado en su presencia y tan etéreamente como había entrado se fue.Los invitados a la cena iban llenando de jolgorio la estancia y ella era la única persona que no estaba invitada a participar de él.
Aquello se teñía de final, al igual que la música; era hora de desaparecer y de coger sola aquel tren que la conduciría hasta un destino incierto. Resolutivamente se subió la delantera del vestido y tras dirigir a aquella casa una última mirada cargada de recuerdos, desapareció como una exhalación dejando como única muestra de su presencia un sutil aroma a lilas que en seguida se desvanecería en el tiempo junto con aquella tónica final que daría paso a un nuevo comienzo.