Dustin Hoffman y Robert Redford, cuarenta años atrás en All the President’s men.
Acaso porque este año se cumplen cuarenta del estreno de Todos los hombres del Presidente, nuestra televisión paga repone cada tanto la película de Alan Pakula que ganó cinco premios Oscar en 1977. El largometraje protagonizado por Dustin Hoffman y Robert Redford es la adaptación del libro donde los periodistas Carl Bernstein y Bob Woodward contaron los entretelones de la investigación que realizaron en 1972 sobre el llamado “escándalo Watergate“. Aquella cobertura que publicó el Washington Post truncó la carrera política del entonces Presidente de Estados Unidos, Richard Nixon.
Cuando -también este año- se estrenó y premió En primera Plana, críticos y espectadores recordamos el film de Pakula. Un poco al margen de la cuestión cinematográfica, algunos entendimos que los autores de esa recreación de otra investigación periodística desestabilizadora (la del Boston Globe que en 2002 desenmascaró la protección de la Iglesia católica a curas pedófilos) quisieron advertir sobre la eventual extinción de una raza de periodistas, con perdón de la metáfora perruna.
A través del cristal cinematográfico, los profesionales que trabajan para el Boston Globe parecen discípulos de la dupla estelar que encumbró al Washington Post. De manera burda, podría decirse que unos y otros no transcriben un solo dato sin antes verificar su consistencia con un mínimo de cinco fuentes: cuanto menos vinculadas entre sí, mejor.
A través del cristal cinematográfico también notamos una diferencia numérica que parece anunciar el cambio que el periodismo de investigación transitó en la década y media posterior al mencionado 2002. Mientras dos reporteros encendieron la mecha del Watergate, hizo falta un ‘equipo especial’ -de nombre Spotlight, y conformado por cinco integrantes- para desentrañar la complicidad eclesiástica con los sacerdotes pederastas.
Hoy, a las grandes ollas las destapan Wikileaks, ICIJ entre otras asociaciones de incontados informantes y periodistas que se desempeñan por fuera del circuito de corporaciones mediáticas. Las nuevas tecnologías juegan un papel fundamental en el desarrollo de estas investigaciones de envergadura internacional.
Cuarenta años después de su estreno, Todos los hombres del Presidente parece transcurrir en un pasado muy lejano. Los aparatos más sofisticados que usan Woodward y Bernstein son un télex y dos o tres teléfonos con botonera.
Integrantes del equipo Spotlight en la película de Tom McCarthy que ganó dos Oscar en marzo de este año.
Los periodistas que Hoffman y Redford encarnaron en 1976 avisan que renunciarán si la información obtenida termina siendo pescado podrido. De ahí su obsesión por chequear datos y testimonios varias veces y de diversas maneras para reducir el margen de error y las chances de perder el empleo.
Por obra de la casualidad, la proyección televisiva del film de Pakula cerró la jornada en la que los periodistas argentinos informaron y/u opinaron sobre el ataque a la redacción de Tiempo Argentino. Desde entonces, los antecedentes non sanctos de los empresarios que montaron el periódico ahora editado por una cooperativa de trabajadores y el respaldo policial a la patota agresora inspiraron más especulaciones entreveradas que investigaciones rigurosas.
Acaso los periodistas avanzan poco -o menos de lo que desean- en casos como éste porque reconocen el terreno pantanoso en el que se meten. Repasar la breve historia de Tiempo Argentino, atar los cabos del entramado de intereses que montaron y sostuvieron un diario durante x cantidad de tiempo, lleva -tarde o temprano- a visibilizar una realidad extensible a la gran mayoría de los medios de información/comunicación con fines de lucro: su origen empresarial y su estrecha relación con el (a veces sub)mundo de la política, del lado del oficialismo o de la oposición.