Periodistas en política

Publicado el 17 marzo 2019 por Manuelsegura @manuelsegura

La vocación de la mayoría de los que optan por dedicarse a la política suele conducir hacia dos caminos: el de vivir para ella o vivir de ella. El que fuera primer ministro británico, Winston Churchill, cimentó su carrera política durante los años en que ejerció el periodismo como corresponsal de guerra en Cuba y Sudáfrica para sendos diarios ingleses. Churchill es, además, el único máximo dirigente del gobierno del Reino Unido que atesora un premio Nobel de Literatura. Aterrizó en el azaroso mundo de la política y en él permaneció a lo largo de medio siglo.

La irrupción de periodistas en la política española no es una novedad de estos días en que se ultiman las listas electorales. Ya en la República y en el régimen de Franco el desembarco fue bastante habitual, algo que también siguió ocurriendo en la época de la Transición. La presencia de profesionales de la información en los partidos, no solo como asesores o en calidad de ese término acuñado en los últimos años de ‘dircom’, crece por momentos. Ahora, para las candidaturas nacionales y regionales de las distintas formaciones se ha echado mano de ese caladero y parece que existe una especie de competición por ver quién ficha, como en la Liga de fútbol.

El PP y Ciudadanos han apostado firmemente por incorporar a periodistas en puestos de relevancia en sus listas, con evidentes opciones de salir elegidos y, lo que puede resultar más excitante para algunos, de ejercer el poder. Es el caso de la candidata de Ciudadanos a la presidencia de la Comunidad Autónoma de Murcia, que ya es consciente de que, si las encuestas no se equivocan estrepitosamente, tras el 26 de mayo será vicepresidenta -o presidenta, quién sabe- del Ejecutivo regional, debido a que el PP o el PSOE tendrán que contar con la formación naranja para configurar gobierno.

Llegados a este punto, cabe cuestionarse qué puede aportar un periodista al mundo de la política. Durante la Transición, el acercamiento de estos con los políticos fue clave; al fin y al cabo, todos buscaban consolidar un régimen de libertades tras salir de una larga dictadura y cualquier disensión, en un clima tan crispado, podría provocar una seria inestabilidad para la opinión pública poco aconsejable. Sin embargo, tras la aplastante victoria socialista de 1982, la cosa cambiaría. La profesión periodística entendió que su misión era controlar al poder, algo que este no asumiría de muy buen grado. Los sucesivos gobiernos, también los populares, ya se encontraron con un prensa mucho más combativa y dispuesta a desentrañar sus desmanes.

En todo este proceso, a lo largo de estas décadas, han sobresalido determinados profesionales, capaces de hacer su trabajo con rigor e independencia, aun a costa de perder su confortabilidad, frente a los que aceptaron la sumisión al poder -o al partido de turno-, convirtiéndose en meras correas de transmisión de este y suscribiendo sus postulados sin complejos ni sonrojo alguno. La aparición de las tertulias, primero radiofónicas y luego televisivas, dejó patente este extremo, con periodistas a los que solo les faltaba la pegatina en la solapa. Y a algunos, en la frente.

Así las cosas, uno no cree que un periodista vaya a aportar al mundo de la política mucho más de lo que pueda hacerlo un médico, un abogado, un arquitecto, un decorador o un taxidermista. Espero que, por lo menos, alejado del trasnochado corporativismo, sí algo más de sentido común. Haber convivido con políticos -y políticas- durante años no otorga garantía de nada, aunque sí, quizá, de saber lo que uno debe y lo que no debe hacer si tiene un punto de coherencia y dignidad. Cierto es que, en tantos años de ejercicio, he conocido de todo en este terreno: desde políticos buenos, regulares y malos, hasta mediocres y mediopensionistas. Algunos, por supuesto, procedentes de mi gremio. Y les puedo asegurar que ninguno se aproximaba, ni en las volutas del humo de sus habanos, a sir Winston Churchill.

[eldiario.esMurcia 17-3-2019]