Durante la última semana las televisiones TVE y Cuatro destituyeron a dos conocidos periodistas por supuesta parcialidad informativa, sin contrastar en igualdad de tiempo y espacio las posturas opuestas o rivales.
Al margen de su ideología personal, el periodista debe concederle iguales oportunidades a todas las partes en un conflicto, como hace un árbitro, para que la audiencia conozca todos los puntos de vista.
Así lo exigen las reglas del oficio, ordenadas para darle credibilidad al medio.
Otra cosa es el periodismo no informativo, de opinión, como es esta misma crónica, en el que el autor expone sus puntos de vista y el lector los contrasta con otras ideas o con las suyas propias.
Pero, a veces, se presenta como periodismo de información lo que en realidad es, más que opinión, militancia telemisionera.
Era el caso de los destituidos, la corresponsal de TVE en Oriente Próximo, Yolanda Álvarez, y el conductor del programa “Las mañanas de Cuatro”, Jesús Cintora.
Yolanda Álvarez fue una de las corresponsales más parciales que tuvo cualquier medio en el conflicto israelí-palestino.
Sólo presentaba la versión victimista de la organización terrorista Hamas, sin aludir a sus crímenes cargados de sadismo contra su propio pueblo, y sus ataques a Israel para provocar respuestas desmesuradas.
Hasta Amnistía Internacional, siempre propalestina, denunció la conducta criminal de Hamas que provocó el pasado verano la guerra con Israel, lanzando miles de misiles que, contestados, concluyeron con 2.143 palestinos y 66 israelíes muertos.
Bastante parecido es el caso Cintora, telepredicador de Podemos, con monjas sicalípticas, exjueces prevaricadores, el insolvente Revilla y tertulianos modelo Maduro cuando Chávez le aparece de pajarito, aparentemente colocados.
Endiosado, ensoberbecido, Jesús Cintora trataba despectivamente a los periodistas del programa y a los invitados que no eran de Podemos: lógico y merecido final.
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SALAS