XVI.- EL RETORNO A VALENCIA, CON ETAPAS EN KUALA LUMPUR Y ÁMSTERDAMY por fin emprendimos la "vuelta a casa", desde el aeropuerto de Singapur (repito, una maravilla de grandiosidad, cuidado y eficacia), al que nos desplazamos en taxi desde el hotel en el centro de la ciudad. Hubo que madrugar algo, porque había que concluir el check-in con una antelación mínima de una hora, por lo que a las 6'45 am subíamos al taxi que nos llevó al aeropuerto en unos 25 minutos, pese al ya intenso tráfico. Aunque ya habíamos efectuado el check-in con antelación, nos faltaba facturar las pequeñas maletas y tuvimos que perder tiempo realizándolo y pagando los suplementos correspondientes. El vuelo de Air Asia (confortable avión Airbus320, aunque con estrechez entre los asientos) duró menos de una hora, y sobre las 10'30 pm ya estábamos en Kuala Lumpur aeropuerto (terminal 1), donde cumplimentamos los trámites de pasaportes, y decidimos emplear el tiempo que mediaba hasta la salida del vuelo de KLM, a las 23'20, volviendo a la ciudad de Kuala Lumpur, previo depositar loas maletas en la consigna. (¡Menuda perturbación iba a acarrearnos ello unas horas más tarde!)En el exterior d ela terminal subimos al autobús regular que nos llevó hasta la estación de autobuses de KL (la KL Sentral), y allí optamos por servirnos del autobús gratuito que, por diversas rutas, recorre la ciudad. El problema fue identificar en el plazo que llevábamos los lugares por los que íbamos pasando, y a base de preguntar a los conductores y a gentes en los comercios (¡qué amables fueron todos!) alcanzamos a saber que estábamos en la Jalan Raja Muda Abdul Aziz, y una amable dependienta de una óptica, como le preguntáramos cuál era la mejor manera de dirigirnos a la zona ya conocida por nosotros de Jalan Bukit Bintang, nos aconsejó que nos sirviéramos del monorail no lejano y que nos llevaría hasta la estación de Bukit Bintang. Hasta el cajero del monorail hubo de ayudarnos p0ara validar los billetes, pero finalmente pudimos experimentar la comodidad de ese medio de transporte, porque, libre del tráfico, llega con cierta facilidad a los puntos, pese a que su velocidad es más bien reducida. El monorail, de dos vagones solamente, iba repleto de gentes de todas las etnias (algo muy normal en Malasia) y nos permitió llegar a la zona de Jalan Bukit, la de los múltiples restaurantes, que estaba empezando a animarse y en las que los restaurantes ya comenzaban a montar sus terrazas. El problema es que comenzó a llover, y como en Malasia se sabe cuándo comienza el meteoro pero nunca cuándo termina, optamos por acogernos al interior del mismo restaurante en el que habíamos estado a la venida. Comimos...pues...lo de siempre...pescados al grill, vegetales pochados y arroz, eso sí, sin picantes, con unas cervezas. Y como la lluvia pareció calamares, después de reposar la comida, volvimos al monorail, que nos podía llevar hasta la estación de autobuses KL Sentral. Eran las cinco y media d ela tarde cuando subimos al autobús en dirección al aeropuerto, pero cuando preguntamos si el vehículo nos llevaba a la salida de KLM, se nos dijo que eso era la terminal 2, y tomamos el bus hacia ese punto. Al salir a la autopista nos vimos envueltos en un enorme atasco, que nos retuvo más de una hora, de forma que llegamos a la terminal 2 sobre las siete de la tarde. Nuestra sorpresa, nuestra estupefacción fue que nuestros equipajes los habíamos dejado en la consigna de la terminal 1, distante unos ¡15 kilómetros!, así que hubimos de apresurarnos, coger el tren entre terminales y por fin rescatar los equipajes, mientras el tiempo corría (ya eran las 20'30) y nosotros habíamos de volver a la terminal 1, lo que hicimos en un bus gratuito de interconexión. Y al fin, alrededor de las 21 horas ya estábamos cumplimentando los trámites de pasaportes (bastante ágiles) y facturando los equipajes, por lo que aun nos restaba casi hora y media para entrar en la sala de embarque. No obstante, como el aeropuerto era también inmenso, optamos por dirigirnos en el monorraíl interior a las proximidades de esa sala, en la que poco a poco se acumularon las más de cuatrocientas personas de nuestro vuelo. Con bastante puntualidad se despachó el control de equipaje de mano y unos treinta minutos antes d ela hora de salida ya estábamos en el avión Boeing 777, en el que esta vez nos habían correspondido, a mano izquierda saliendo, los tres asientos juntos en la fila 37, desde la ventanilla. El vuelo despegó con puntualidad, y ya estábamos otra vez dispuestos a permanecer casi trece horas cruzando medio mundo, por la ruta (que visionábamos en la pantallita del respaldo del asiento anterior) de toda Malasia --oeste-- sobre Penang y Langkawi, Tailandia, cruzando el Mar de Andamán y el Océano Índico hasta dico hasta la India, en la que sobrevolábamos cerca de Calcuta, para seguir la ruta por Nepal, Tayikistán, Uzbekistan, Rusia (no lejos de Volvogrado) y sur de esta nación, en dirección a Bielorrusia, y sobre Polonia alcanzar Alemania por Hamburgo. El vuelo fue todo lo cómodo que puede ser un viaje en el que durante más de doce horas hay que permanecer sentado, con las pausas de la cena (como a la ida, abundante y buena, aunque con idénticos ingredientes), y el desayuno, cuando faltaba una hora y media para la arribada.Era posible descabezar un sueño "a medias", porque aunque la cabina del avión estaba en penumbras, la pantallita de enfrente invitaba a seguir el camino. Con adelanto sobre el horario previsto, alrededor de la 5'45 am, nuestro avión aterrizó en Ámsterdam, donde el control de pasaportes fue muy liviano (ya estábamos en territorio de la UE), por lo que nos planteamos si desplazarnos a Ámsterdam y dar una vuelta por ella y desayunar de nuevo allí, o si quedar en la terminal. Y optamos por esto último, no solamente por el escarmiento que habíamos tenido en Kuala Lumpur, sino porque nos apetecía poco tener que coger el tren hasta Amsterdam Central, y regresar y, en fin, estar pendiente de los horarios de nuevo. Héte aquí que nos dedicamos a recorrer, casi una por una, todas las tiendas, comprobando las baraturas que habíamos visto en Malasia, y, en definitiva, haciendo tiempo hasta la salida de nuestro vuelo de Transavia a Valencia, Aún repetimos desayuno, pero muy frugal, y acudimos a la zona de embarque, repleta de viajeros y con tiendas sugestivas y caras. Era mediodía y media hora cuando se llamó al embarque, y con una media hora de retraso emprendimos el tour aéreo final hasta Valencia. Este trayecto se nos hizo interminable, porque ya estábamos cansados de tanto avión y porque nuestras posaderas estaban cercanas a la congestión, de tanto estar sentados. Por din, eran las 15'35 horas, cuando la nave tomó tierra y aunque la retirada de equipajes se demoró algo (porque venían de fuera de la UE), un taxi nos llevó a nuestros domicilios de Valencia, que nos parecieron lo más bonito y atractivo del mundo.Aún hubo que adquirir en el supermercado próximo algunos alimentos esenciales para el día, y después una reparadora siesta en el sofá nutrió nuestros ánimos para comenzar a rememorar el extraordinario viaje que habíamos tenido la dicha de vivir. Comenzaban así los recuerdos, esos que a lo largo de todas estas entradas he tratado de recoger, para nuestro solaz y para la información y tal vez envidia de los lectores. Gracias por el seguimiento, y seguiremos narrando nuestras "Experiencias viajeras", "DE ACÁ PARA ACULLÁ"SALVADOR DE PEDRO BUENDÍA