Desde muy lejos se le observa, a pesar de la multitud, él está ahí, de amarillo y el pantalón anaranjado. Él sabe que lo miran; sin embargo eso no lo cohíbe, serpentea su cuerpo, a veces salta y, cuando saluda, todo el mundo se entera de que tiene amigos. Algunas lo desean, otras se burlan. ¿Pero te importa acaso, Perjuicio?
-Yo sólo río.
Claro, él sólo ríe. Y es cierto. Cuando cruza la pista, con esa manera suya de andar, ríe al ver en las ventanas de los micros rostros de muchachas curiosas que no les importa estar aplastadas o sofocadas por las personas. Qué interesante, piensan. Ríe cuando va a la tienda y se las juega de bromas con las abaceras; lo quieren mucho, el chico es vida. Ríe Perjuicio cuando pasa saltarín de la mano de su enamorada. Bueno, Perjuicio, quiero escucharte, ¿a qué llamas, tú, enamorada?
-Yo sólo río, compá.
Tienes un grupo de amigos, y junto a ellos también ríes. Son tus rabos, a todos lados van contigo, pues tú sí que presentas chicas. Andas con seis, siete, ocho, parecen tu pandilla: los perjuicio. Lo sabes, por eso eres feliz. Aunque cuando esa felicidad te hace sentir que todo es muy bonito como para que fuese real, entonces tus labios niegan la sonrisa, y siempre acompañado, recuerdas al Chiclayano, el que te sacó de la indiferencia, tu maestro. Cuánto tiempo anduvieron juntos; el te enseñó a bailar, a gorrear, a hacer bromas, Perjuicio. El Chiclayano ahora está solo, ¿acaso no vale la pena recordarlo?
-Yo sólo río, compá.
El peinado de Perjuicio es único. Peluca de transformista, gallito de las rocas, un remolino que vuelve locos a los piojos, qué sé yo. Parece que en su tacutacu de apariencia tiene todos los colores del mundo dispersos, en su cabeza y su ropa. Perjuicio, por eso muchas te quieren conocer.
Vas a la discoteca. Te sabemos el rey de la discoteca. Los de la puerta te conocen muy bien porque eres de la casa y siempre te abren el paso, lo que es aprovechado por tus amigos que se zampan contigo. ¿Y, Perjuicio, con cuántos hoy? Cinco nomás, pero entran diez. Eres palabreador, tu madre lo sabe muy bien cuando estás frente al espejo y Perjuicio una hora, dos horas, ¿qué hace tanto? Camina la señora con las greñas sudorosas, camina por la arena y encuentra a su hijo sacando plata, éste, bandido, pone rostros de esos que yo no fui, tres palabritas y tu madre te cree. Para el trago lo sabes, por si tus amigos vengan a dar pena.
Los que no te conocen, bah, sólo un puñado, se burlan de Perjuicio. En el antro lo ven hacer sus pasitos sensuales según dicen, para aquí para allá, una vueltita con los brazos extendidos, en el centro se desenvuelve Perjuicio; las chicas se acercan. Qué bonito baila. Te miran asombradas y esa boca abierta no dice otra cosa más que desean conocerte. Preséntamelo, please. Perjuicio desde lejos las mira, las saluda con las manos todo un galán de cine, de lejitos, cazador de cazadores, las traes muertas. Así, todos los días te ven rodeado de costillas. Perjuicio, presenta, cómo no, causita, ¿a quién? Siempre aceptas sonriente. Por eso te quieren, y por eso te odian también aquellos que no soportan ser menos que tú y se mofan de cualquier cosa que hagas. Mucho te mueves, dicen. Muy ridículo eres, dicen. Muy piraña eres, dicen. Muy a todo, y tú...
-Yo sólo río, compá.
Tú lo sabes Perjui, lo sabes muy bien. No crean que ignora las cosas que suceden a su alrededor, vista gorda receta infalible para él. Sabe que nunca deberá creer en nadie porque todo el mundo es malvado, hasta él mismo que antes fue puro, ahora está pensando en emborrachar a su prima; sólo se hace el tonto. Tonto con las infidelidades, tonto con las burlas, tonto con las traiciones. Tonto también es con todos aquellos que se burlan en su cara. Tú tranquilo siempre, estás seguro con tu fama; sabes que aquellos vilipendiosos pronto estarán como tus dizque amigos pegajosos que alguna vez empezaron así, burlándose. Una frase te viene a la mente: Si no puedes vencer a alguien, entonces únete a él. "Santas palabras", piensas. Sus camaradas de farra ahora son dichosos, ya lo han comprobado: es como vivir en el Paraíso con tantas mujeres. Con Perjuicio sí que se gana, gracias a él me tiré a la Sole, gracias a él yo también chupo gratis; él es mi hermano, mi héroe, Perjuicio. Danzarín empedernido, intrépido picaflor, en todas estás; pero mariconcito por ahí. ¿Cómo? Ay, ¡Perjuicia!
A quién le importa lo que yo haga,
a quién le importa lo que yo diga,
yo soy así...
¡Capricornia la Perjuicia! Se pone en punta de pie, muestra su cintura, te amarras la camisa, te sueltas el cabello...
Y así seguiré
nunca cambiaré...
Su grito de guerra: ¡Soy una mujer caliente! En medio de un laberinto todos ríen, algunas cándidas se la creen, y preguntan: "¿El chico es...? ¿El chico es...?" (La discoteca es una batidora, las luces pierden el control, la música ruge, la gente estalla). Son babiecas, eso es lo que son, cómo se les ocurre. ¿Será porque todavía no prueban su miel? Pues entonces ya es hora creo ¿no? Perjuicio parece haberlo advertido y piensa que para bromas ya es bastante. Ahora infla su tórax, saca altura de donde no hay y les sonríe como diciendo ¿qué tal ahora, acaso no les gusto? Se soba los testículos para realzar su virilidad; además de lanzar mierdas a diestra y siniestra, huevonea a sus amigos siempre con cariño, eso sí, por eso nadie le reclama. Se hace el hombre para que murmuren más. Eres bajo pero pasas, dicen. Dicen también que tu dialecto chiclayano es lindo. Tu cabello originalísimo, tu nariz graciosa parece de payaso, otros dicen, un rocoto. Cachetón, buenos labios dicen. Presenta a todo el mundo; algunas veces la hace de cupido. Él es Chino, ella Gina; él es Noé, ella Milagros; él es mi hermano Repudio, ella es mi jerma, ajá. Te vemos abrazar chicas, siempre estás con alguien, y todavía nos preguntamos cómo puedes tener tanta suerte. Eres feo, Perjuicio, y eres pobre, eres piraña y eres bruto, Perjuicio; sin embargo cachas todos los días. Opinan que por el baile, seduce, calienta, excitas. Otras opinan, por su floro.
Los domingos, infaltable. La matinée empieza y Perjuicio ya está ahí, en la pista de baile al centro de una ronda gigantesca. Todo el mundo sabe que es farándula, y por cosa curiosa, dicen que es guapo. Yo creo que la oscuridad te ayuda un poco, Perjuicio, yo lo conozco: además no se baña.
El tono empieza a poblarse en progresión geométrica, la juventud emocionada se da cita ahí. Los aprendices de Perjuicio miran ávidamente a los alrededores para ver si hay alguien conocido y saludarlo, así dirán: ah, tiene su fama. Todos se miran, las chicas nuevas coquetean por un lado y por otro para que se les acerquen, se ponen a bailar solas, cuando la música se corona como la infaltable. Suena la salsa Túúú vooolveeeráaas tarará, golpea el reguetón pum tun tun pum Esta es la historia de un gato que no se sabe nada... Trun Trun, el preludio electrónico y la música ruge en la libertad del pensamiento; los adolescentes alucinan; los tímidos se aburren con el culo empotrado en la silla, y si no tienen trago, se aburren más; los gileritos desesperados buscan a la víctima de la tarde con ojos de halcón; los vasos corren de una mano a otra, el cigarro ahoga, el humo inspira, las tetas animalizan y Perjuicio chapa.
Su espectáculo ya se dio por concluido. Ya había visto de reojo a la más bonita. Ya había empezado a bailar para ella. La gachí se da cuenta, no le para bola aunque piensa: tiene muchos amigos. Toman cerveza, bailan; Perjuicio es saludado por todos, habla, bromea, se mariconiza, se afana con la samba mismo brasileño; la chica, cigarro en mano, piensa: puede ser. Durante una hora se la pasa mirando al muchacho. Bajo, morenito pálido, nariz de rocoto, que no deja de moverse, aunque sigue pensando: puede ser. Ni siquiera se pregunta por qué puede ser, sólo lo analiza. A veces sonríe de las bromas corpóreas de nuestro héroe, y cuando se siente descubierta no sabe cómo reaccionar, luego se pone seria con el mentón arriba y su naricita en punta.
Cabello castaño, lacio, rostro blanco: pura, exacta. Perjuicio ya dijo: todas, menos ella. Sus amigos de todos los tonos lo saben muy bien, no hay que chocar con él, porque Perjuicio sólo se hace el tonto.
Ya está pasando mucho tiempo y el condenado no hace nada, ahora tendré que mirarlo yo y voltearme al propósito para que se quede idiota con mi cuerpo, uff Lorena, qué pasó con tu técnica; mejor hubieses aceptado bailar con el flaco guapo que te invitó y ya no tendrías que comportarte como aguantada frente a este hombrecito que no sé qué tiene pero me derrite. Perjuicio ya no la mira, a ratos sale del grupo y vuelve como si no se acordase de ella. Lorena ya no piensa, se decide: tiene que ser. En tanto ruega que la saque a bailar. Ya se viene la noche, aunque eso no importa, la cosa es que pasa el tiempo. La música ruge: Perjuicio habla, ríe, baila, se desmariconiza.
Lorena había formulado tres planes (PLAN 1: se paraba y se hacía la difícil, nada de miraditas; pero eso no siempre le funcionaba, como ahora con Perjuicio, para esos casos estaba el PLAN 2: mirar y sonreírle con coquetería, mostrarle el trasero; ¿y tampoco? ¡Ja caray! PLAN 3: acercarse y ella misma decirle: ya pues hijito, hazme el favor; luego pensó que hacer eso era caer muy bajo, tenía que haber otra salida, para tal caso se creó el PLAN DE EMERGENCIA: no quedaba de otra que meterse con Repudio, su hermano, para darle su merecido). Estuvo a punto de ejecutar el PLAN DE EMERGENCIA cuando Perjuicio da un paso. "Bueno, piensa éste, ya es hora de actuar". Lorena lo ve acercarse y ni se acordó que tenía pensado decirle disculpa, no bailo, para la próxima ¿ya?, pero ni tonta. Agradeció al Cielo que ya no tendría que besar al cabezón de Repudio, y por poco no se lanza cuando Perjuicio de lejitos no más, como grande, la invita a bailar.
Ese Perjuicio cómo se contornea, se le acerca, levanta los brazos, ciñe su cintura. Lorena también baila muy bien, con donosía. Todos para abajo, Perjuicio la toma del talle, se acomoda y abajo. Todos para arriba, hace lo mismo, pero ahora hay algo más. Sin hablar la estás besando, Perjuicio, y ella no te dice nada; todos te miran y pareces azuzar las envidias. La prójima que tienes en tus brazos sólo sonríe como si te dijera que la sigas besando que no le importa nada.
No hay nada más difícil que vivir sin ti
sufriendo en la espera de verte llegar
el frío de mi cuerpo pregunta por ti
y no sé dónde estás
si no te hubieras ido sería tan feliz.
El ambiente es suave escuchando aquella balada. Los corazoncitos rebeldes sienten que el mundo no es tan cruel. Sienten que besar y besar es la consigna para encontrar la felicidad, sin mencionar por supuesto al amor, sin prometerse, sin darse de astutos ni tontería y media, sin nada: ser libre enlazando los labios. En la discoteca, las parejas se abrazan, el viento del aire acondicionado revolotean los cabellos y las luces multicolores pintan el paraíso juvenil.
Los que nos quedamos sin pareja, con poses de fumadores aprendices, vemos cómo baila Perjuicio. La sujeta bien fuerte, recorre sus labios carnosos por sus hombros descubiertos, hasta su cuello; se frotan. Lorena está colorada, no se sabe si por el calor o la vergüenza, regalona dirán de ella. Pero parece no importarle, pues lo abraza más, hasta se deja coger por la espalda y cierra los ojos cuando Perjuicio intenta sodomizarla con ropa y todo. "Disimula, chico, que la gente está que se gana". Y luego abracitos sin una pizca de salacidad. Sólo amor et amour and love (sin mencionarlo, claro).
La ronda se embelesa... Todos piensan que alguna vez serán grandes.
Me muero por conocerte
saber qué es lo que piensas...
Musitan, canturrean. Idos.
Un adolescente discotequero contempla a Perjuicio con rostro de expresiones adversas. Recuerda los días en que fueron inseparables, recuerda que hasta se ocultaban bajo la fronda de los cañaverales a orillas del río y evacuaban juntos conversando de paso sobre sus gilas. Siente que lo estima, aunque no sabe por qué se burla de él. Yo conozco tu casa, Perjuicio, es de esteras con el piso de arena que expelía un olor a tierra orinada, a zurullo de perro. Me hiciste pasar muy contento porque fui tu primer amigo. Al sentarme en un ladrillo las gallinas picoteaban mis zapatos y el gato dormía en mi falda. Además había un loro viejo que no dejaba de repetir: hasta las huevas, hasta las huevas. A ti no te importa, tú sigues besando a Lorena, Perjuicio. ¿Acaso no recuerdas que esa noche vino tu padrastro con los ojos alcohólicos y el tremendo palo que te zurró estropeándote la calamorra y te quedaste surumbático el resto de mi visita? Yo lo vi todo, Perjuicio, yo sé que tu vida no es como la pintan. Te ríes claro, ¿no te das cuenta de que yo sé que eres un provinciano más? Eres de Chiclayo. Vives en invasión y apenas sabes leer. Pero tu sigues besando, riendo, punteando. Yo sé que no tienes servicio de agua potable ni desagüe, porque tu baño es un hueco en el piso por donde se ve que el río pasa y se ve también que las cacas caen como ratas al agua. Dicen que trabajas, claro, robando con tus amigos pillos de la avenida Grau. ¡Ya no la beses, Perjuicio, ya no! También sé que todo esto lo pienso porque estoy envidiándote. No sé cómo desperjuiciarte Perjui, tú sí naciste idóneo para la sociedad, te acomodas y fíjate que nadie te dice cholo; tú besando a Lorena, la despampanante pelo lacio, nariz punta y tetona. Te creen el hombre más dichoso, pero sufres ¿o, no? Sí, sufres mucho, yo lo sé. Lo único que tienes en la vida es a tu madre. Sé que todavía te duelen las patadas que te daban tus compañeros de primaria y los puñetazos infinitos de tu padrastro, a quien llamabas tío. Ya sé que soy un frustrado diciéndote esto, que no sé hacer otra cosa más que herirte por situaciones que tú no tienes la culpa. Pero tú sigues creyéndote el rey del mundo, el ídolo de tanta muchachada, y yo te sigo fustigando que no, que no, que sufres y que sufres; pero pareces devolverme el pensamiento, en brazos de tu jerma, y miras como diciendo:
-Yo sólo río, compá, yo sólo río.
Jaime Pereyra
(Lima, 2003)
(De "hablando solo", 2004)
http://antoniopereyra.blogspot.com/