Diego Ordaz nos da una serie de vistas al ser humano que uno no sabe si ver como divertidas lo mismo que preocupantes.
Bien, el día de hoy vengo a ustedes, mis queridos seres míticos, con cierto temor. Les daré los pormenores, claro.
Me topé este libro en la Feria Estatal del Libro que se hace en mi localidad. Quizá ya les hable del tema más ampliamente en una entrada en el transcurso de la semana. Y si lo he conocido siendo un evento tan local es porque, ni más ni menos, lo ha escrito uno de mis profesores en el mundo mortal. ¡Saludos, Diego! Pero no por eso significa que seré más indulgente ni mucho menos. Otros autores han intentado por todos los medios sobornarme y no he cedido. No cederé ahora. Como sea, entremos en materia.
Pese a haber asistido a la presentación, no tenía mucha idea de qué iría el libro. Es un texto corto integrado por cuentos todavía más cortos. Físicamente parecería un ejemplar escaso y aparentemente demasiado pequeño, pero una vez que uno lo abre y comienza a leer el primer cuento, toda la perspectiva cambia al completo. Los cuentos, de forma individual y en conjunto, son entretenidos y, si nos ponemos en términos teóricos (chiste privado), están perfectamente estructurados. No esperaba menos, la verdad. Palabra a palabra se nota que estuvieron perfectamente bien trazados y planeados, que no dejó nada al azar, ni un punto o coma, ni un comentario que no debió ser dicho en determinado momento. En términos técnicos todo va bien. Ahora, yendo por los términos más humanos, esos de los que mi carrera mortal no me dejaría hablar y que espero el resto de mis profesores no vea o me juzgarán por siempre; me parece que es la mejor parte. Pero tomemos esto con calma. Todos los personajes que se manejan tienen un trasfondo y una vida que no conocemos pero que, no por eso dejan de ser interesantes. Vamos que, al final del día, cuando alguien llega a nuestra vida tenemos que ir desglosando su pasado y no siempre llegamos a conocerlo del todo. A mi ver, este conocer y desconocer a los personajes, esta falta de detalles voluntaria, es lo que los hace más entrañables. Uno se puede identificar con ellos lo mismo que puede poner todo su empeño en intentar descifrarlos y, al final del día, siempre les pondremos cualidades propias. Les daremos una cualidad de espejo que, por dónde se vean, nos harán tenerlos presentes y cerca. Otro aspecto que me gustó mucho es un asunto un tanto más privado. En todo el libro maneja cierta cultura, ciertas referencias a mi Ciudad de las bajas pasiones, esta que todos los días en la mañana me recibe con su crudeza; y que está tan bien retratada en cada página, que uno no sabe muy bien cómo apartarse del texto. Es nuestra urbe lo mismo que puede ser cualquier otra. Es nuestra frontera y no por eso parece ser del todo la misma. Nos muestra esa decadencia urbana, ese perderse entre las calles de mala muerte, entre los vestigios de lo que fuimos y que probablemente ya jamás seremos. A este respecto, me parece que, incluso si no eres originario de mi ciudad, lo tomarás como datos culturales particulares que harán de la lectura algo agradable por su aparente ubicación geográfica. Hablando de los cuentos de la forma más individual posible para no hacer de esta una entrada monumentalmente larga, diré que todos y cada uno son a la vez crueles y a la vez aterradores. Los hay que preocupan demasiado sobre la estabilidad mental de la humanidad en general como La quiebra, el cual he de confesar que ha sido mi favorito de todo el libro. Uno se siente tanto preocupado como embelesado y no puede parar de leer hasta llegar al final. Por momentos, lo confieso -y quizá esto me cueste la vida- me sentí leyendo Cuentos de amor, locura y muerte de Quiroga. Justo en esos momentos de extrañeza mental como en el caso de La gallina degollada (que todavía me intriga si el primer cuento de "Permutaciones..." hace referencia a ese cuento de Quiroga). Ya para terminar he de decirles que les recomiendo este libro a todo aquel que quiera una perturbadora entretención. A los que no teman enfrentarse a sí mismos y a una decadencia que todos llevamos dentro y expresamos con el paso de los días. Pero, sobre todo, a los que quieran una serie brillante de cuentos entrañables que merecen quedarse para el recuerdo. En lo personal, es un ejemplar que atesoraré no sólo por estar firmado, sino por todo lo que conlleva en sus páginas. Como última recomendación sólo les diré una cosa, si bien el texto es corto y por lo general digerible, lo mejor es tener a la mano el diccionario para esas palabras arcaicas que a Diego le gustan tanto. Oh, claro, y lo olvidaba. A todas esas personas que estén interesadas en el libro y no sean de la localidad, busquen a Diego por su nombre completo en Facebook y no duden en pedirle un ejemplar. Saludos enormes,