Pero, ¿hubo alguna vez once mil vírgenes? de Enrique Jardiel Poncela | Reseña

Publicado el 29 agosto 2018 por Carmelo Carmelo Beltrán Martínez @CarBel1994

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Siempre he defendido que el humor en la literatura no está bien considerado. Cuando escuchas hablar a distintas personas parece que el hecho de que una obra nos haga reír y sonreír ya la coloca en una segunda categoría. Muchos escritores de este género se quejan de que no les tomen en serio a causas de este hecho. ¿Tienen que hablar los libros siempre de tristeza y desolación para contener un mensaje importante? No. Eso es lo que nos transmite Pero, ¿hubo alguna vez once mil vírgenes? de Enrique Jardiel Poncela.

Reseña de Pero, ¿hubo alguna vez once mil vírgenes? de Enrique Jardiel Poncela

Nada más lejos de la realidad. Una carcajada es el camino más rápido para que una enseñanza llegue al cerebro. A las lecciones se le pueden poner muros, pero a las sonrisas es mucho más complicado. Enrique Jardiel Poncela lo sabía. Por ello con su pluma desafió todas las convicciones sociales. Utilizó el humor como bandera y la ironía como espada. Todo ello le acabaría pasando factura.

La figura del Don Juan en la literatura

Creo que todos conocemos la figura de Don Juan Tenorio en la literatura. Se trata de un arquetipo literario que surge de la mano de Tirso de Molina. Su aterrizaje en las letras españolas fue el catalizador que hizo que se extendiera por toda europa. Ahora, se trata de un personaje conocido en todo el mundo.

Aun así, no es Don Juan el único nombre al que responde. En Pero, ¿hubo alguna vez once mil vírgenes? nos dan ciertas pinceladas sobre ello. Denominaciones como burlador o libertino también le son habituales.

Se trata de un arquetipo de personaje valiente y osado. Se le dice temerario y está caracterizado por no respetar leyes humanas o divinas.

La obra en la que Tirso de Molina le concibió fue El burlador de Sevilla y el convidado de piedra. Se trata de una novela publicada en el año 1630. Sin embargo, la autoría del arquetipo no está tan clara como puede parecer. Las primeras referencias a esta figura surgen en el siglo XVI. Lo hacen de la mano de Caballero de gracia, una obra de Jacobo de Grattis. Asimismo, también se encuentran esbozos de este personaje en El infamador de Juan de la Cueva de 1581 y El Hércules de Ocaña de Luis Vélez de Guevara. Todo ello sin contar que muchos expertos señalan que la publicación de Tirso de Molina no es más que una refundición de la obra Tan largo me lo fiais que publicó Andrés Claramonte.

Como último dato interesante, podemos fijarnos en la elección de su apellido. No es algo casual, sino que deriva del verbo tener. O, al menos, esto es lo que los expertos piensan. Se relaciona con el hecho de la posesión de las mujeres y con el sustantivo tenor, lo cual haría referencia a que el género femenino no es más que una posesión más en manos de los hombres. Vaya, vaya…

Las similitudes entre Don Juan y los idiotas

Si tengo que destacar uno de los aspectos que más me ha gustado de esta novela, sería el ensayo que precede a la historia en sí. En ella, Enrique Jardiel Poncela nos deleita con unas ochenta páginas de reflexiones que servirá de base para comprender todo lo que quiere contar esta novela.

Un Don Juan no es el héroe que esgrime la literatura clásica. Pero, ¿hubo alguna vez once mil vírgenes? tiene este preciso mensaje. Es un villano que utiliza a las mujeres. Además, tiene bastantes visos de ser un idiota. Y oye, no son mis palabras, sino las del autor de esta novela y ensayo.

Así, con una razonamiento matemático que tiene más de curioso que de racional, Enrique Jardiel Poncela nos presentará la clara vinculación que existe entre las dos caras de esta moneda: un Don Juan y la falta de inteligencia. Lo hará de una manera que hasta nos sentiremos estúpidos (en el buen sentido) por no haber podido saberlo antes.

Ojo, soy consciente de que los argumentos que utiliza hubieran sido motivo para atacarle hoy en día. Estoy totalmente de acuerdo con cualquier crítica que se esgrimiera si la novela hubiera visto la luz en el siglo XXI. A mí mismo me chocaban las palabras y adjetivos que dedicaba a las mujeres. Lo hacía de forma sincera, sintiendo que su mensaje era el mejor para protegerlas. Sin embargo, no podemos olvidar que esta obra nace en el contexto social de hace casi cien años. Su objetivo es el mismo que el tuyo, lector enfurecido. Mostrar el machismo de la sociedad de entonces.

Razones que, entre otras, le llevaron a ser censurado durante el régimen franquista.

La trama de Pero, ¿hubo alguna vez once mil vírgenes?

Pero, ¿hubo alguna vez once mil vírgenes? no nos presenta la trama más elaborada del mundo. Tampoco lo necesita para mostrar lo que quiere contar. Le basta con ponernos en la piel de un persona que es un sinvergüenza. Y, oye, de nuevo, no lo digo yo, sino que son las palabras de Enrique Jardiel Poncela.

Se trata de una obra que está dividida en tres partes. Siendo, seguramente, la primera de ellas la que cobra más peso en la trama.

En ella nos muestra el objetivo de su vida. Lo ha tenido claro desde hace mucho tiempo: enamorar a las mujeres para luego abandonarlas y causarles el mayor daño posible. Algo que a simple vista sorprenderá al lector y nos dejará pasando cómo es esto posible. Es que su meta es que sufran a causa del desencanto del amor. Tiene una batalla prometida consigo mismo contra el género femenino de esta sociedad.

Aunque en un principio no sabemos ni siquiera por qué, este será uno de los alicientes para navegar a base de carcajadas por la pluma de Poncela.

Después de todo, encarnamos a un protagonista que ha estado con más de treinta mil personas. Está tan habituado al éxito, que incluso este se ha tornado de rutina. Tiene una especie de empresa para gestionar todas sus conquistas y peticiones de amor. Allí, trabaja con un criado, quien aprende de él como cualquiera en el papel de fiel discípulo. También, un conjunto de secretarias que miran con ojos cargados de envidia todas las cartas que llegan para declararle su amor. Es todo tan absurdo que se nos hace extremadamente gracioso.

Sin embargo, para él esta vida ya carece de secretos. Se ha visto envuelto en una rutina que le abate constantemente. Regala las cartas a cualquier extraño que se encuentre por el camino. El devenir de su existencia se ha tornado sombrío. Y es que, cuando la vida ya no tiene secretos, olvidamos a qué saben las sorpresas.

Al menos es lo que él piensa hasta que encuentra una mujer que es semejante a él.

Ella ha disfrutado de más parejas que el propio protagonista. Esto despierta su interés en dicha mujer. Quedarán, hablarán y él caerá presa del sentimiento que le hará romper la única promesa que cumple: se enamorará.

Las otras dos partes de la novela son necesarias para dar sentido a estos momentos. La segunda nos habla de cómo se crea este personaje. Por qué parece Don Juan Tenorio y las razones que subyacen a su misión en la vida. La tercera, su aventura tratando de enamorar a la prometida de un personaje muy importante para la sociedad. Le contratarán aquellos que no quieren compartir su herencia con jóvenes desconocidas, aunque él actuará porque no quiere que ninguna joven malgaste los años de su juventud al lado de un hombre tan mayor.

Lo más divertido de esta lectura es ver cómo se entrelazan todas las partes. Acaban unidas para un apoteosis final que no podría explicarse con la falta de tan solo una de ellas.

La crítica en forma de humor a la figura de Don Juan Tenorio

Toda la obra es una crítica en sí a la figura de Don Juan Tenorio. Es una parodia del arquetipo literario. A ese perfil de machito que es capaz de llevarse a todas las mujeres de calle sin que ninguna se le resista. Irónicamente, será cuando encuentra a su alter ego y se enamore, cuando sus técnicas dejen de surtir efecto. Entonces, nos daremos cuenta que debajo de esa fachada no se esconde absolutamente nada.

Escogí la novela a ciegas. Así, me ha resultado muy interesante cruzarme con una obra que abogase por la liberación de la mujer. Es una oda a la rotura de cadenas sociales y sexuales. Me sorprende que una novela publicada hace tantos años luchara directamente por ello. Lo hacía de cara y sin ningún tipo de prejuicio.

En ella, es el propio protagonista quien se hace un retrato de sí mismo. Ni siquiera nos hace falta imaginar sus facciones. No. Él solo, con sus palabras, nos dice qué clase de persona es. Lo hace cuando describe a la mujer de una forma totalmente material sin darse cuenta que en realidad está hablando de sí mismo.

Será a través de los personajes secundarios cuando comencemos a descubrir todos los vacíos que se encuentra su alma. Cuando esté desnuda, descubriremos que su disfraz no iba a durar eternamente. Sin su capa y antifaz, su forma de vivir no se sustenta. No tiene amigos o gente que le quiera. Solo le quedará una salida.

El humor es el mejor arma

Cada vez que tengo la posibilidad de leer una novela de humor, me reafirmo. La risa es la mejor herramienta para hacer crítica social. Enrique Jardiel Poncela lo sabe. Despliega su valor en Pero, ¿hubo alguna vez once mil vírgenes? y se vale de este recurso para contar la historia.

Durante toda esta reseña, ya he realizado diversas referencias a las sonrisas que me robaba la trama de este libro. Sin embargo, creo que lo que más me ha divertido es la forma en la que está todo contado. Esto es, no solo a la forma de la narración, sino a la propia edición del libro. Es desternillante.

Encontramos pies de páginas que explican los sin sentidos de las palabras. Justificaciones en otros idiomas que no tienen ninguna coherencia al traducirlas. Mensajes que el propio autor recalca que con postureo del siglo XX. También hay que hacer mención a los momentos en los que se alterna entre novela y teatro porque sí. Él mismo te dice que lo hace sin razón. También al uso injustificado de laísmos y el orgullo por hacerlo.

Es una obra para cuyo buen funcionamiento no basta un buen trabajo editorial. Se requiere uno excelso, y lo consigue.

La explicación del título

El nombre de Pero, ¿hubo alguna vez once mil vírgenes? fue uno de los detalles que más me llamó la atención. Es una de las claves de la novela. Ejemplifica todo lo que se quiere contar.

En una sociedad rodeada de prejuicios contra las mujeres, donde cualquier acto sexual realizado por ellas se muestra como algo malvado e indecoroso, mientras los hombres pueden realizar exactamente lo mismo sin evocar miradas de soslayo, el nombre de esta obra hace referencia a que ni siquiera en esta época las mujeres se rindieron a la opresión del hombre. Siempre se valieron de sí mismas para actuar con la libertad. Tenían poco margen para hacerlo, pero apretaban en él.

Una forma de vivir que las ha convertido en guerreras necesarias por unos derechos que han tenido que morder para quitarles las etiquetas de privilegios. Es un maratón al que todavía le falta mucho para terminarse y en el que estamos corriendo todos.

El miedo al olvido de Enrique Jardiel Poncela

Esta reseña es una bala disparada al firmamento. Solo tiene una misión: que no se olvide la obra que Enrique Jardiel Poncela nos legó.

Sus historias están llenas de humor, pero también cargadas de elementos intelectuales e inverosímiles. Cometió el pecado de alejarse del naturalismo que impregnaba el teatro y la literatura de la época y ello lo sumió en la oscuridad. Ningún foco se paró a enfocarlo.

Debido a ello, fue fuente de muchísimas críticas sobre toda su obra. A palabras necias, él respondía con una ironía que causó estragos en los sentimientos más sensibles de quienes esbozaron la pluma previamente para atacarle. Sus palabras causaron grandes conflictos sociales con comentarios que no siempre eran bien entendidos.

La dictadura franquista entorpeció su expansión literaria. Casi en el olvido, terminó muriendo a la edad de cincuenta años a causa de un cáncer. Entonces, ya no tenía dinero ni lectores.

Por ello, con este artículo se quiere rememorar la figura de un gran escritor. Lo he leído por recomendación de Víctor J. Sanz. Ahora sé que quiero conocer más de sus historias. Su nombre nunca había aparecido delante de mí. Ya no quiero que se borre nunca.

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