Y como en estas situaciones hay mucho tiempo para pensar, tiro a una balanza la decisión: “Si me voy antes voy a parecer muy patudo, si ya llegó tarde”, “Bah, no es mi problema que los otros no hagan la pega tan eficazmente como yo. Que se queden trabajando, yo los ayudo a sentir”, “Uhm… podría hacer algo productivo con el tiempo que me queda pero ¡Estoy caga’o de sueño y me quiero ir!”. El tema es que nunca llego a una conclusión, nunca hago lo que pienso hacer y siempre termino revisando el Facebook y actualizándolo cada un minuto “por si las notificaciones no están apareciendo solitas”… Pero no tengo mucha suerte, a esa hora ya todos mis contactos están viajando a sus casas y, aunque parezca increíble, ninguno de esos pergüétanos que van cabizbajos en el Metro y en la micro como mirando porno en el celular es contacto mio y no se da el tiempo de visitar mi lindo perfil decorado con una masterpiece en la portada.
Y como todo cuento tiene un final feliz, o se supone, ya dieron las 19 horas y mi turno ha terminado.