No ha desaparecido por gusto. A mi amigo le han coartado la libertad de expresarse. Le han atacado profesionalmente gracias a una campaña orquestada por un periodismo zafio y rozando el más puro fascismo. Que se ha dedicado a apuntar un objetivo político para que mediocres superiores ejecutaran la sentencia.
Decía Rousseau que renunciar a nuestra libertad es renunciar a nuestra calidad de hombres, y con esto a todos los deberes de la humanidad. En la medida que esta derecha (y entiendan por derecha no sólo un determinado partido político sino todo un sistema de impunidad mediática a favor de una hegemonía cultural) consigue que cedamos a sus presiones con estas coacciones, cedemos la libertad que tanto costó conseguir.
Muchas veces he pensado que nuestra intervención pública (y en mi caso sin ningún tipo de pseudónimo) nos está exponiendo a la posibilidad de sufrir en un futuro no muy lejano una represión social, laboral y económica, precisamente por exponer nuestras ideas y defenderlas. Un riesgo que uno asume por si mismo, pero, y siendo completamente sincero, tiene sus inmensas dudas cuando se trata de allegados. Y no me llamen paranoico porque hoy lo primero que deben de hacer en cualquier departamento de recursos humanos es una búsqueda de tu nombre en la red. A partir de ahí, tu perfil ideológico es coser y cantar.
Hoy han cerrado un blog y probablemente una carrera profesional. Un blog que defendía ideas diferentes a las mías. Un blog que pedía el voto para un partido diferente al mío. Pero un blog que era un pequeño espacio de libertad que hoy hemos perdido.
Vaya desde aquí mi respeto por mi amigo, y mi más profundo desprecio hacia ese peiodismo infame de Libertad Digital que decide quien debe o no tener derecho a la libertad de expresión, que por supuesto siempre coincidirá con los suyos: esa derecha carroñera e incendiaria que nos va a tapar de gris el sol de nuestra libertad como no espabilemos.
Aquí les dejo un artículo más ecuánime que el mío y seguro mucho más interesante.
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