Revista Cultura y Ocio

Pero…¿hubo alguna vez once mil vírgenes?, de Enrique Jardie Poncela

Publicado el 20 abril 2010 por Flenning

Para un hombre, parece tentadora la idea de que poder acceder a la categoría de Don Juan pueda equipararse a un acto heroico. Al menos a priori, la categoría de Don Juan cumple con las propiedades y tópicos de los héroes. Sin duda, la interpretación es tendenciosa, puesto que hay una torsión del significado de hombre: los héroes no solo piensan en el hombre en términos de género, sino en el hombre como especie humana, pero por el momento eso es solo un detalle.

Veamos. Si un Don Juan es un héroe, entonces ¿cuál es el mensaje que trae para comunicar a todos los hombres? No sé qué pensará usted acerca de las respuestas, pero a mí me interesa especialmente que un Don Juan comunique los secretos ocultos en su manual de práctica, me interesa que comunique una guía, paso a paso, sobre lo que debe y lo que no debe hacer otro hombre en el camino de la seducción. Sé, no obstante, por aquello que alguna vez comentamos sobre que las dificultades para recorrer los laberintos son propias de cada caminante, que es probable que muchos pasos de esa guía resulten intransferibles.

El camino de la seducción no parece difícil y, si acaso es difícil, no parece imposible, pues muchos hombres han logrado trascender a la categoría de Don Juan, y no me refiero solo a los donjuanes literarios. Tomo por ejemplo el caso de Pedro Valdivia, un Don Juan llamado Pedro. ¿Cuánto éxito tuvo Pedro? Pues, si se mide el éxito en cantidad de lechos femeninos visitados, entonces el éxito de este Don Juan llamado Pedro es de 36.857, un éxito más que contundente si se considera que el tiempo que invirtió en alcanzar ese número de conquistas es de solo veinte años.

Me interesa el caso de este Don Juan porque, además de ser un héroe exitoso, es un héroe que cumple con el canon de indicar el camino de la trascendencia a otros hombres. Don Pedro, o el Don Juan llamado Pedro, tiene una ficha técnica de cada una de sus miles de conquistas.

Acá transcribo solo veinte sistemas de seducción diferentes:


1. ... La seduje enamorando a su mejor amiga.
2. ... con regalos.
3. ... fingiendo que no me gustaba.
4. ... hablándole de cosas que no entendía.
5. ... explotando su snobismo y asegurándole que las mujeres honestas tienen siempre un aire regular y provinciano.
6. ... con lirismos.
7. ... emborrachándola de champagne.
8. ... haciéndole creer que mi amor la obligaría a adelgazar.
9. ... fingiéndome tímido.
10. ... disfrazándome de sacerdote.
11. ... estudiando a fondo al marido y presentándome ante ella con todos los vicios de él y sin ninguna de sus virtudes.
12. ... asegurándole que tendríamos un hijo.
13. ... afirmando que no existía peligro ninguno de tener hijos.
14. ... mirándola a los ojos.
15. ... a besos.
16. ... prometiendo darle todo lo contrario de lo que ella ya poseía.
17. ... fingiendo un suicidio.
18 .... imbuyéndole la idea de que era mi protectora.
19. ... a fuerza de silencios.
20.... con caricias enervantes.
...

Y acá algunas definiciones sobre los tipos de objetivos:


«… Las más fáciles
–Aprenda usted que las mujeres más fáciles son las casadas.
–¿Las casadas?
–Sí. Por cinco razones.
Y las expuso:
PRIMERA: Porque han gustado ya la mecánica enloquecedora del amor.
SEGUNDA: Porque sabiendo cómo es un hombre les interesa con más ahínco saber cómo son los demás.
TERCERA: Porque disponen de persona solvente a quien endosar los posibles hijos.
CUARTA: Porque la sociedad —que le pone el pie para que caiga, y luego no le perdona la caída a la mujer soltera— ampara el pecado de la casada, si esta lo ejecuta de un modo hipócrita.
QUINTA: Porque en el adulterio se cumple una ley física necesaria para la vida: la ley del equilibrio; y así vemos que en el hecho de elevar a un ser —el amante— la mujer causa el despachurramiento de otro ser: el marido.
Continuó:
–Y por lo que afecta a las casadas, no retroceda nunca dejándose llevar del sentimentalismo; no le preocupe la idea de que va a causar el oprobio de un hombre. Piense usted en que ese mismo hombre, en cuanto puede, causa también el oprobio de un tercero. ¡Cuántas veces el marido engañado, que nos da lástima, está en aquella misma hora sintiendo lástima de otro marido al que engaña él!...
–¿Y cómo saber que le gustamos a una casada, Valdivia?
–¡Eso es lo más fácil! Cuando la casada le diga a usted
“mi marido no me comprende”, puede ir ya alquilando un piso para entrevistarse con ella hasta que se dé cuenta de que usted “no la comprende tampoco” […]».

El hecho de considerar el éxito desde la perspectiva cuantitativa puede hacer dudar sobre la calidad de los héroes que estamos juzgando ─sin duda, habrá quien diga eso de "es mejor poco pero bueno o aquello otro de es mejor malo conocido que bueno por conocer"…─ y también hace poner en duda la verosimilitud de la marca, pues 36.857 mujeres en veinte años es equivalente a 5 mujeres por día:

36.857 / (20 * 365) = 5,…

Puesto así, bajo el imperio de los números, ya no parece ni tan posible, ni tan deseable recorrer el mismo camino que el de Don Juan llamado Pedro.


Pero…¿hubo alguna vez once mil vírgenes?, de Enrique Jardie Poncela

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La confesión del Don Juan llamado Pedro
«… —Desde hace veinte años, amiga mía, me he dedicado hora a hora a despachurrar el limón de lo femenino en el exprimidor de mi sensibilidad. La sola vista de un limón nuevo me invade de mortal pereza, y en cuanto a mi exprimidor —quiero decir, mi sensibilidad, mis nervios—, está ya embotado, empastado, atracado de pulpa y no puede casi exprimir. Esto se lo explicará usted cuando sepa que en la actualidad el catálogo de mis conquistas alcanza la cifra de 36.857 mujeres.
Vivola callaba, siempre con los ojos fijos en él, y únicamente a intervalos muy largos, los párpados, que relucían bajo el henné y el gooth, caían sobre aquellas gotas azules de sus pupilas para alzarse otra vez lentamente, con la lentitud con que lo hacen los buzos cuando salen del mar.

¿Tengo o no derecho a estar cansado? ¿Qué puede ya sorprenderme? ¿Qué mujer puede ya enamorarme? ¿Dónde está la frase que ha de sonarme a inédita? ¿Dónde el beso nuevo o la caricia original? ¿Dónde, en fin, la mujer que ha de resistírseme? […]».

En Pero…¿hubo alguna vez once mil vírgenes?, el seductor se muere de sobredosis de seducción y Don Pedro, más que un héroe, parece imbécil. El paradigma del Don Juan o el Don Juan como héroe se ahoga en su propia sopa. ¿Querías seducir? Ahí te van dos tazas… Cuantos más éxitos tiene, más solo está, y más alejado de la misión superadora se encuentra.

Debo decir que no es grato para mí comunicar la derrota de los héroes nostálgicos y románticos. En Pero…¿hubo alguna vez once mil vírgenes?, Pedro Valdivia, el Don Juan llamado Pedro, se muere de sobredosis de seducción. Es el fin del seductor con melena de corte carlovingio, y es el fin del seductor que ahoga sus penas entre tangos y jazz. También debo decir que, por suerte, Pero…¿hubo alguna vez once mil vírgenes? es una novela, y en las novelas, las muertes nunca son para siempre.


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