El aire tiene su arquitectura.
La flema la pule una buena mesa camilla.
Ser epicúreo está absolutamente de moda.
El tiempo no es consciente de lo cabrón que es.
A veces conviene una pendencia.
Todo me llega en segundo plano.
Hay lecturas que son de una intensidad a la que no alcanza la vida.
Todos los días aliento los mismos estupendos pecados.
Nadie me gana en mis rarezas. En las mías, digo.
La insoportable idea de que Dios exista me ha ocupado una parte del desayuno.
Siempre prefiero la abundancia.
No haber ido nunca a París tiene sus ventajas.
Tengo una moralidad a prueba de inmorales.
Hay ciertos dolores del alma que son casi dolores físicos.
Los amores adolescentes aparecen a veces en un poema.
La literatura es un estado convulso de las cosas.
El milagro ocurre siempre cuando no se le aprecia.
Tengo fe en lo absoluto.
No soy predictivo ni tampoco quejumbroso, pero poseo la facultad de perderme y la ejerzo con arrobo.
Un verano en el que no pasan demasiadas cosas salvo las que no olvidas nunca.