Perro mordedor

Publicado el 21 febrero 2017 por Rubencastillo

Contar la vida de un muchacho marginal exige un esfuerzo mayor del que, en un principio, pudiera pensarse. No basta con presentar a un desarraigado que se pasa el tiempo soltando tacos sin tregua o adoptando abruptas poses antisociales: hay que habitar dentro de la piel del personaje y construirlo con solidez desde el punto de vista familiar, sentimental, lingüístico y hasta psicológico. Ésa es la razón de que tantos, reacios a desplegar esa agotadora energía literaria, fracasen en el intento. Y es también la razón por la que Mario de los Santos (Zaragoza, 1977), con su novela Perro mordedor, obtuvo merecidamente el premio de narrativa joven Ciudad de Monzón.Nos asomamos en sus páginas a la vida de un chico con graves problemas domésticos (mantiene una mala relación con su padre, que desenfunda la correa con más asiduidad de la aconsejable); que no desea seguir estudios y que tampoco logra encajar en el difícil mundo del trabajo (el desagradable capataz de la obra donde lo contratan se dedica a vejarlo continuamente); que participa en pequeños trapicheos con la droga, ayudado por su amigo Tato; y que consigue perros para un siniestro personaje llamado Fede, que controla el submundo de la zona. Pero como hubiera dicho otro Mario (Benedetti), he aquí que el amor, ese célebre informal, se aproxima al chico de la forma menos esperable: cuando está acechando para obtener un perro de grandes dimensiones descubre a su dueña, llamada Sara, que no pertenece a su órbita social; y sus ojos se encienden. Poco a poco, con una exquisita gradación literaria, la pasión y la complicidad surgirán entre ellos, en una historia de amor que, para decirlo con palabras del leonés Andrés Trapiello, “duró mientras fue imposible” (Clásicos de traje gris).Pero el reino de la oscuridad es demasiado absorbente y demasiado dañino. Ciertas complicaciones que involucran al protagonista y a su amigo Tato van a ir llenando de sangre, palizas y dolor la vida del joven: un negro provocador llamado Micky, una moto quemada, una venganza tremebunda, una toxicómana argentina, tres muertes en el plazo de pocas horas... irán llenando de amenidad y de escalofríos una narración galopante, densa, donde los tentáculos del lado tenebroso se mueven con incansable eficacia, en una serie de capítulos muy cortos (auténticas secuencias-navajazo) que Mario de los Santos organiza con singular maestría y con manifiesta solidez, y que atrapan al lector de manera fulminante.
Gran acierto el de Mira Editores al apostar por esta obra, una pieza construida con aplomo y buen hacer literario.