Ni que decir tiene que Perros de paja es una de mis películas favoritas. No sólo por la temática, que se centra en una pareja acorralada en un pueblo británico por sus propios vecinos, sino también por la gran interpretación de la pareja protagonista, especialmente de Dustin Hoffman, un actor que me recuerda mucho aquí a su papel en Marathon Man, en el sentido del acecho, intimidación, persecución, por parte de un grupo. Realmente, no sé en cuál de esas películas está mejor.
Pero centrándonos en StrawDogs, Perros de paja, de Sam Pechinpah, diré que su puesta en escena es contundente. Es violenta, también. De hecho se la ha acusado de ser una película muy violenta. Y lo es.Pero además es un relato a favor de la convivencia en paz, del respeto, del honor y de los pequeños héroes que surgen cada día en nuestras calles, en nuestras ciudades, en nuestros pueblos, héroes anónimos que no son publicitados como los políticos de turno que salen en los medios de prensa, políticos que por otra parte casi siempre nos decepcionan.
Aqui Dustin Hoffman, David, no lucha sólo con el exterior, en cierto modo, a veces, tiene al enemigo en casa: su mujer. ¿Por qué? Porque ésta siempre está pidiéndole sin decírselo claramente que demuestre su valentía, que defienda su familia, que se transforme de ese ser empequeñecido y poca cosa, en el héroe valiente que demuestra ser al final.
Inolvidable la escena en que la mujer le cambia el signo de la fórmula de matemáticas en la pizarra. Signo que dice mucho, porque deja ver que su mujer es más un estorbo añadido que una ayuda.
Los vecinos de antaño de la chica siempre habían sido violentos. Pero verla con un tipo extraño acrecienta sus ansias de sangre. Lo que no saben es que en la guerra las personas buenas se transforman.