Hoy nos gustaría debatir un poco este tema, aportando datos que nos ayuden a aclararnos un poco al respecto. Para ello, recurriremos al modelo quizá más conocido y aceptado dentro del estudio de la personalidad, el llamado “Big Five” o “Modelo de los Cinco Grandes” Según este modelo, existirían cinco dimensiones o rasgos que definirían nuestra personalidad, los cuales podrían considerarse como ausentes o presentes en diversos grados. Dichos rasgos serían:
-Neuroticismo. Las personas con elevadas puntuaciones en esta dimensión mostrarían rasgos de inestabilidad emocional, mostrándose muy impulsivas, ansiosas e inseguras.
-Extraversión. Este rasgo nos habla de personas con alta sociabilidad, prefiriendo la compañía de los demás antes que la soledad y mostrando por lo general emociones positivas como alegría, satisfacción y excitación. Puntuaciones altas aquí se han relacionado con la felicidad.
-Apertura. Parecida a la anterior, se caracteriza por la búsqueda excitación, el gusto por lo desconocido y la exploración. Las personas con este rasgo elevado tendrían la constante necesidad de innovar.
-Amabilidad. Aquí englobaríamos actitudes propias como la franqueza, el altruismo y la sensibilidad hacia los demás.
-Responsabilidad. Puntuaciones elevadas en esta dimensión nos hablarían de un gran sentido del deber, del orden y de la competencia. Serían personas muy disciplinadas y con necesidad de éxito.
Pues bien, una vez comentados vamos a pasar a resumir la investigación que existe sobre ellos. Por un lado, los estudios afirman que la mitad de la varianza explicada de estos rasgos es heredada, mientras que la otra mitad se debe al ambiente. Esto nos habla ya de que no todo en la personalidad es genético y que nuestras vivencias juegan un papel importante a la hora de “alterar” la posible herencia de estos rasgos que cada uno llevemos.
Por otro, se habla de que los factores Neuroticismo, Extraversión y Apertura descenderían con el paso del tiempo, de manera que las personas tenderían a ser más estables emocionalmente, más reservadas y orientadas hacia sí mismas y con una menor necesidad de exploración o de búsqueda de nuevas alternativas.
Otro dato es que la personalidad tiende a hacerse más estable en torno a los 50 años, de forma que llegada esa edad resulta complicado modificarla. Sin embargo, los estudios nos hablan de que en torno al 20% de esa varianza de personalidad que comentábamos puede modificarse.
En resumidas cuentas, sería bueno que no nos resignáramos a nuestra suerte, pues aún tenemos mucho por hacer en lo que a cambiar las cosas que no nos gustan de nosotros mismos se refiere. Aunque contra más jóvenes seamos puede resultar más sencillo, esto no significa que si avanzamos en edad sea imposible. Todo es cuestión de proponérnoslo y de que interpretemos nuestras experiencias en la dirección adecuada.
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