La niñez es el paraíso dorado que, consciente o inconscientemente, en todo momento intentamos recrear.
Personalidad seductora.
El cándido
El cándido personifica las añoradas cualidades de la infancia: espontaneidad, sinceridad, sencillez.
En presencia de los cándidos nos sentimos a gusto, arrebatados por su espíritu juguetón, transportadas a esa edad de oro. Ellos hacen de la debilidad virtud, pues la compasión que despiertan con sus tanteos nos impulsa a protegerlos y ayudarlos. Como en los niños, gran parte de esto es natural, pero otra es exagerada, una maniobra intencional de seducción. Adopta la actitud del cándido para neutralizar la reserva natural de la gente y contagiarla de tu desvalido encanto.
Los niños no son tan inocentes como nos gusta imaginarlos. Sufren desamparo, y advierten pronto el poder de su encanto natural para compensar su debilidad en el mundo de los adultos. Aprenden un juego: si su inocencia natural puede convencer a sus padres de ceder a sus deseos, entonces es algo que pueden usar estratégicamente en otros casos, exagerándolo en el momento indicado para salirse con la suya. Si su vulnerabilidad y debilidad son tan atractivas, pueden utilizarlas para llamar la atención. ¿Por qué nos seduce la naturalidad de los niños? [...]
Más que ningún otro comediante, Chaplin provocaba una mezcla de risa y tristeza. Hacía que uno se identificara con él como la víctima, que sintiera lástima por él como por un perro callejero. Se reía y se lloraba. Y el público sentía que el papel que Chaplin ejecutaba venía de muy dentro: que era sincero, que en realidad se interpretaba a sí mismo. Años después de su comienzo, era el actor más famoso del mundo. Había muñecos, historietas y juguetes con su figura; sobre él se escribían canciones y relatos; Chaplin se convirtió en...
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