Este es el texto de la plática que sostuve el 23 de los corrientes en la Mesa de Análisis y Prospectiva Política 2015, organizada por la Fundación Colosio, en el Auditorio “Plutarco Elías Calles” del PRI Jalisco, ante líderes de los diversos sectores de este partido, donde dije, entre otras cosas, que cualquier estrategia de seguridad pública que no cuente con apoyo y sustento popular está condenada al fracaso.
JAVIER MEDINA LOERA
De izquierda a derecha, Hugo Contreras Zepeda, presidente del Comité Directivo Estatal del PRI, Diego Petersen Farah, Javier Medina Loera y Leonardo Schwebel.
Empecemos por recordar que en 2012, la gente, cansada del PAN que gobernó 18 años en Jalisco y 12 en México, decidió darle una nueva oportunidad al PRI, con la esperanza de que no volviera a cometer los errores del pasado, cuando gobernó 70 años consecutivos.
Las razones electorales que pesaron en 2012 son bien conocidas: el PAN no cumplió muchas de sus promesas y expectativas de honestidad, seguridad, empleo, etcétera, y recibió el voto de castigo, con su consecuente derrota electoral en México y en Jalisco.
A su vez, el PRI volvió al poder, no porque sus candidatos en general fueran muy buenos, sino porque no había otra opción en el escenario electoral. La izquierda, fragmentada y errática, como siempre, no ofrecía suficientes garantías.
El desencanto
¿Qué ha sucedido con el retorno del PRI? Quizás todavía sea pronto para hacer balances, pero luego de un año en el poder, cuando debía haber ya muestras claras y contundentes de buen ejercicio de gobierno, hemos de admitir que algo se ha hecho, aunque lejos, muy lejos todavía, de lo necesario.
A nivel federal hay ciertamente cambios estructurales que permiten augurar tiempos mejores en materia laboral, educativa y energética, principalmente, pero tales mejoras podrán verse a largo plazo, quizás a fines del sexenio; difícilmente influirán en las elecciones intermedias de 2015. Mientras tales cambios no se reflejen en el bolsillo, en la vida cotidiana, la gente no los apreciará e incluso los combatirá.
Por otra parte, problemas muy serios, como el de la inseguridad pública, que rebasan sin duda a la misma autoridad, aumentan el desencanto de la población, máxime si tampoco se ven acciones firmes en contra de la corrupción manifestada en diversos órdenes de gobierno. Recordemos que inseguridad y corrupción casi siempre caminan de la mano.
Además, la injusticia, la impunidad, el deterioro ambiental, el desempleo, vienen a configurar un cuadro lamentable del que se hace responsable a las autoridades, aunque en muchos casos también seamos copartícipes los ciudadanos.
Por lo tanto, es claro que de nueva cuenta, como ocurrió en 2012, las expectativas, alentadas por las promesas de campaña, rebasaron con mucho lo que en la práctica se ha hecho o puede hacerse, y esto, naturalmente, tiene consecuencias.
Agenda pendiente
A nivel nacional urge garantizar la paz y la tranquilidad pública. Sin paz no puede haber avance alguno. El caso de Michoacán, mal manejado desde mi punto de vista, sin el suficiente conocimiento de la realidad histórica de ese Estado y del país, es preocupante. Ahí no sólo están en riesgo las elecciones del 2015, sino la gobernabilidad regional y nacional. Además, se supone que brindar seguridad a la población es la primera obligación del Estado.
Tanto en el siglo XIX como en el XX la Historia de México ofrece ejemplos muy claros de cómo la autoridad, con el apoyo de los pueblos, pudo restablecer la paz y el Estado de Derecho en momentos en que la sociedad se vio agobiada por el bandolerismo.
Me viene a la memoria lo ocurrido en 1917 en la Zona Huichola, cuando luego de la derrota sufrida por la División del Norte en los famosos combates de Celaya, miles de villistas se refugiaron en las serranías y barrancas, entre ellas esa parte de Jalisco, agobiando a los indígenas con toda clase de abusos y latrocinios. Esto obligó al Gobierno federal a apoyarse en las Defensas Sociales de los pueblos para pacificar las regiones, lo que logró con éxito.
En base a esas experiencias, me queda claro que cualquier estrategia de seguridad pública sólo puede tener éxito si cuenta con apoyo y sustento popular.
Aunado a la inseguridad nacional, en Jalisco persisten problemas graves, por falta de obras y acciones gubernamentales y municipales, tanto en el caso del abasto de agua como del transporte colectivo, la preservación de Chapala y el deterioro ambiental, entre otros.
En muchos municipios preocupa además el burocratismo, la ausencia de obra y la falta de atención a servicios públicos fundamentales.
Los próximos meses
Faltan 17 meses para las elecciones intermedias de 2015 y las perspectivas, hasta el momento, no son halagadoras para el PRI y probablemente para ningún partido. La gente se ha dado cuenta de que los partidos, con sus alianzas y complicidades muchas veces inconfesables, no son garantía de un buen sistema de gobierno. Para no ir tan lejos, el despilfarro que con la mayor impunidad sufre el Congreso de Jalisco es claro ejemplo de ello.
No hay ideología, no hay credo político, no hay compromiso social. Los diputados se han ido muchas veces por la libre, atendiendo a intereses personales, y con frecuencia les tiene sin cuidado lo que la gente diga. Con las famosas Casas de Enlace llegaron al grado de querer gastar a manos llenas sin rendirle cuentas a nadie. Menos mal que finalmente rectificaron, pero el mal está hecho.
Algunos podrán decir: “Bueno, a la gente se le olvida todo. Con buenas campañas, con un buen discurso, nos mantendremos…”
El nuevo periodismo
Sin embargo, para las elecciones de 2015, aparte de que hay la experiencia de 2012, de que la gente rechaza a los partidos que prometen y no cumplen, ha surgido una nueva circunstancia histórica, sin duda determinante:
Más de la mitad de los mexicanos se comunican ya por Internet, aumentando 10% anual su incorporación a la Red. Los medios, y con ellos la forma de hacer periodismo, han cambiado radicalmente. Con Internet, los blogs y las redes sociales, el periodismo ya no es el de antes y nunca más lo será; el monólogo de los medios tradicionales ha pasado a la historia; al periodista que no esté dispuesto a dialogar con sus lectores, sus audiencias, quizás le convenga dedicarse a otra cosa. Los periodistas hemos pasado del monólogo al diálogo, al escrutinio inmediato de las ideas.
Esto impacta a muchas actividades, entre ellas a la política. Hoy vivimos en casa de cristal; nadie puede estar seguro de que sus actos permanecerán ocultos. Cualquiera, entre el público, estará dispuesto a revelar lo que le parezca extraño o interesante. Ya no hay 20 o 50 comunicadores de quienes cuidarse, como fue el estilo tradicional, sino millones, y éstos pueden aparecer a cualquier hora y en cualquier sitio, por muy seguro que parezca. Vean ustedes lo que les ha pasado ya a muchos personajes sorprendidos por grabaciones ocultas. Cuidarse de lo que puedan grabar y comunicar millones de personas es ya imposible. La democratización de los medios es absoluta e irreversible.
Hoy cuentan los hechos
Como resultado de lo anterior, en esta época de cristal, el discurso, que antes era esencial, ahora cuenta menos: a las palabras se las lleva el viento, las promesas incumplidas ya no funcionan como arma electoral. ¡Pobre del candidato que en las próximas campañas vuelva a prometer lo que no cumplieron sus antecesores! Se expone a lo peor. Ahora cuentan los hechos, lo que se ve, lo que se demuestra.
Por eso, el gobierno, en sus tres niveles, está obligado, hoy más que nunca, a cumplir en los hechos, a realizar al pie de la letra las obras y acciones prometidas en las últimas campañas. Si esto no es así, no tiene caso salir a buscar votos. Los únicos que podrían cosechar algo, explotando el descontento público, son los de la oposición, que recibirán siempre con agrado los errores del régimen.
Y para que hablen los hechos, condición indispensable para retener el poder, es preciso obligar a los gobernantes a que cumplan sus compromisos electorales. No hay vuelta de hoja. ¿Pero quién los va a obligar?, ¿la oposición?, ¿los grupos de presión?, ¿la espontánea actitud de la gente, cansada de la injusticias, como en Michoacán? No, el partido que los llevó al poder es el único que puede hacer entender al funcionario, al senador, al diputado, al regidor, que debe rectificar su conducta.
Para ello, el partido necesita no sólo deslindarse totalmente de las corruptelas y de la ineptitud de cualquier político o funcionario público, sea del partido que sea, sino también, presionar por todos los medios a su alcance para que los hombres del poder rectifiquen el rumbo, tanto a nivel nacional como en Jalisco y sus municipios.
Sé que esto se aparta de la política tradicional, de disciplina, de sumisión, de obediencia incondicional al gobernante en turno, pero no veo otra alternativa. La tecnología de la comunicación, el desarrollo social, imponen nuevos estilos de vida, y de acuerdo con ellos, tenemos que asumir nuevas responsabilidades si es que hemos de seguir jugando el juego de la democracia.