Dicen los sociólogos que pertenezco a la Generación Y, universalmente dependiente. No sé si la B, la C fueron mejores, o tal vez la Z lo sea, pero sí sé que mi generación le tocó vivir la llegada de un nuevo milenio y es a mi generación a la que le toca enrumbarlo. Lo que hizo la B o la C no será determinante, lo que hará la Z será seguir nuestros pasos. Decía Gandhi que “Aquellas personas que no están dispuestas a pequeñas reformas, no estarán nunca en las filas de los hombres que apuestan a cambios trascendentales”. Hemos de comprender que la vida es un permanente ascenso, caer una, dos, tres, mil veces es parte de reto. Si nos conformamos con laderas de calma y confort, nunca podremos ver la cima. Si no somos capaces de evolucionar, no aprendimos nada de la vida y de la historia humana. Especialistas de todo el orbe aseguran que esta Generación Y nació dependiente de sus padres, creció dependiente de sus padres y hoy hasta para tomar decisiones en su vida adulta depende de sus padres. Pero aquí aseguro que no es así, me ha tocado vivir en una generación que supo sobrevivir más de 15 años de duro periodo especial valiéndose por sí misma, desde ese momento los hijos de papá y de mamá se vieron enrolados en esa dura realidad de la vida donde tienes que crecer. Estoy seguro que esta generación a la que pertenezco llena de Yulisis, Yandris, Yankos y muchos más, tiene la capacidad de tomar decisiones maduras y profundas. No creo que quedarse sentada con la boca abierta esperando una migaja sea su propósito. Sé muy bien que a veces el camino más cómodo no es el mejor camino, a veces la decisión más práctica no es la más sabia y justa, a veces la contradicción más profunda abre el cauce más seguro para que el paso del río sea permanente, muchas veces esas puertas abiertas son ilusiones, otras son esperanzas, otras oportunidades y muchas otras son solo puertas que tal vez nunca crucemos. Decía Alexander Graham Bell que “A veces nos paramos tanto tiempo a contemplar una puerta que se cierra que vemos demasiado tarde otra que se abre”. Existen infinidad de puertas, infinidad de sueños. Tal vez quien sea capaz de pintar puertas en las paredes soñando nuevos caminos encuentre las llaves correctas para abrirlas. En mi generación hay muchos soñadores, muchos que la vida se encargó de prepararlos para ir frente a las masas, en le medio de las masas y en la retaguardia ayudando a todo aquel que se pueda quedar en el camino. Pero a veces se abren muchas puertas y no sabemos cuál es la correcta para entrar o salir, a veces hay solo una y los hombres no tienen el valor de atravesar el umbral. Esta Generación Y cubana no se encuentra atada a generaciones de padres y abuelos de forma dependiente, está ligada en lo afectivo, porque ha tenido que valerse por sí misma durante muchos años. Todo lo que digo aquí lo viví en carne propia, desde los 12 años trabajo para aportar a mi hogar y no me pesa, aprendí el valor de lo que tengo y creo que esa es la esencia de mi generación, sabe bien el valor de lo que se gana porque nadie se lo regala. Cada puerta que abre, la abre porque quiso hacerlo y no porque fuera un dictado. Aún cuando en el mundo esta Generación Y se hizo dependiente de la generación anterior, en Cuba tenemos muchas excepciones.