Me sobran unos días antes de coger el avión hacia México y estoy muy cerca de Perú así que me decido a pasar la frontera. La primera parada es Puno en la otra orilla del Titicaca donde viven las comunidades de los Uros en islas flotantes hechas de raíces. Llego a una de las islas flotantes cuando empieza a anochecer, en cada isla viven entre tres y diez familias, en esta viven 6 familias. Los Uros viven de la pesca y la caza de aves y mínimamente de la ganadería. Pero la principal fuente de ingresos es la venta de artesanías a los guiris que nos presentamos a ver cómo viven así como del paseo en barco que ofrecen por 5 o 10 soles. En total hay unas 80 islas hechas sobre bloques de raíces de totoras (espadañas), al descomponerse las raíces producen gases que ayudan a la flotación y permiten la construcción de casas de totora seca de una sola habitación. La verdad que andar sobre las islas es bastante cansado, los pies se hunden constantemente entre las raíces y tienes que levantarlos más de lo que acostumbrarías. En la segunda isla que visitamos no hay alojamientos ni niños sino un local enteramente dedicado a la venta de artesanía que unas mujeres hacen a nuestro lado, un restaurante y una cafetería para el turista. Aquí han puesto tablones de madera para pasar de una casa a otra así que es más fácil caminar. Para cocinar hacen fuego en el exterior de las casas y así evitar el riesgo de incendios. Para hacer sus necesidades tienen que desplazarse a otra isla más pequeña especialmente construida para ello. Luego la cubren de cal para evitar el olor y la contaminación de la zona. Curiosamente el cuerpo de los Uros se ha acostumbrado a ir sólo una vez al día al baño así que no tienen que hacer viajes constantes de una isla a otra.
En tres horas ya estoy de vuelta a la estación de Puno y me quedan otras tantas para coger el autobús que me llevará a Cusco.
Me doy una vuelta por la ciudad buscando algo de comer. Encuentro diez y seis pollerías, entro en el único restaurante que no es pollería y me dicen que sólo les queda sopa de pollo. Al final me meto en una de las pollerías pido un cuarto de pollo con sopa de quinoa y al menos consigo tener algo caliente entre pecho y espalda. Mi autobús sale puntual a las 22h y es bastante pijo, aunque no tengo nadie al lado hay una cortinita entre asientos. Me acomodo, me saco las bambas cuya punta se sigue congelando, me cambio los calcetines y me quedo dormida mientras dan una peli de Channing Tatum. A las 4:50am me despiertan unos ruidos, miro a mi alrededor y no hay nadie. Yo confiaban en los omnipresentes retrasos de los buses pero parece ser que Perú es más puntual que el Big Ben. Es negra noche, me pongo las bambas como puedo, cojo la mochila y bajo totalmente dormida. Nada más poner un pie en la estación me acosan preguntándome si quiero taxi, alojamiento o mil cosas. Mi idea original era quedarme en la estación hasta que se hiciera de día pero estoy demasiado dormida para pensar coherentemente o vigilar la mochila. Les hago un gesto con la mano para que me dejen espacio pero la mujer que ofrece alojamiento ve mi cara de dormidísima, se pone a mi lado y repite: “Por 20 soles y puedes dormir esta noche, sólo 20 soles (6 euros) y tienes una habitación privada para dormir ahora mismo”. Me enseña un mapa en el que no sé ni localizarme a mí misma, no puedo pensar en nada que no sea seguir durmiendo. Finalmente me ato las bambas, recoloco las mochilas, calculo cuanto son 20 soles y acepto. Me guía hacia un taxi, me fijo que está en la cola oficial de taxis así que no me quejo. Es un hombre majo y me despejo hablando con él. Me cobra menos de un euro de más. A las 5:15 am ya he hecho el checkin y estoy en una habitación desastrosa, me es igual. Internet se vuelve loco después de varias semanas en Bolivia, comparado con el país vecino esto es como viajar a la velocidad de la luz. Duermo hasta las 10h, busco un alojamiento más decente para la siguiente noche y hago el check out. El camino hasta el alojamiento que he escogido es empinado con calles estrechas y coches que a duras penas pasan sin atropellarme. Hay varios hoteles y hostales por el camino así que me paro en uno. Pregunto el precio, es carísimo pero el señor trajeado que me ofrece un “precio especial” insiste que vea la habitación. Subo con él al segundo piso, abre las dos hojas de la puerta de la habitación como si fuera una diva entrando en su escenario. Veo la habitación, veo la bañera en el baño, veo las sábanas limpísimas, las toallas blancas, el jabón, las paredes decoradas con gusto, el radiador y hasta un balcón que da a la calle mientras dice a mi oído: “desayuno de buffet libre”. Cojo la habitación por dos noches.
Son casi las 5 cuando después de bañarme y quitarme la ropa sucia salgo con la mochila llena de ropa para lavar, se la doy a una mujer unas puertas más abajo. La puedo recoger en un par de horas, voy a dar una primera vuelta por la ciudad y la plaza de armas me enamora. Cusco significa ombligo en quechua, los Incas pensaban que el ombligo es el centro de toda vida y Cusco era para ellos el ombligo del mundo. Me tomo algo en el ombligo del mundo mientras espero que se pasen las dos horas, cuando vuelvo un niño se lanza contra mis piernas, la madre se muere de verguenza y me pide disculpas mientras yo lo cojo y le hago dar una voltereta en el aire. Me paso veinte minutos jugando con Carlos, mi nuevo mejor amigo en la ciudad.
El desayuno es de 6:30 a 9am, se nota que la mayoría de gente se va temprano para llegar a Aguas Caliente, Hidroheléctrica y de ahí al Machu Pichu. Todavía dudo si pasarme por el Machu Pichu pero la verdad es que es bastante caro y prefiero seguir con mi ritmo tranquilo de viaje. Recorro la ciudad empezando por el mirador de San Blas desde donde se puede ver gran parte de la ciudad. Las calles siguen siendo estrechas, empinadas y hechas de piedra, los coches pasan lentos al lado de los peatones que se turnan para pasar o dejar pasar por el estrecho bordillo. La altitud no debería afectarme tanto como en La Paz o Potosí pero después de caminar un rato estoy muy cansada. Subo unas escaleras y miro hacia arriba planteándome si subir hasta las ruinas incas de Sacsayhuamán o si pasar y bajar hacia la plaza de armas cuando un chico me pregunta si hablo castellano. Hablamos un rato que si el Barça, la vida, los políticos etc. Y al final me ofrece hacer con él una excursión a caballo por los alrededores por 60 soles (17euros).
A él como indígena de la zona no le cobran entrada a la zona arqueológica, después del recorrido a caballo me puede dejar en el cristo blanco así sólo tengo que bajar hacia Sacsayhuamán ahorrándome la cuesta y los 70 soles de la entrada. Me parece un buen trato, me sube a su coche y me lleva a un rancho. Allí me junto con tres personas más; una mujer y su hija, estadounidenses que han venido a Perú a hacer una carrera y Sebastián un madrileño que se mudó a estados unidos hace 9 años y también está en Perú por la carrera. La web de la carrera es www.race2adventure.com por si alguien quiere animarse. No se me ocurre mencionar que no sé montar a caballo hasta que ya estoy encima de uno. Por suerte el caballo sabe el camino mejor que yo y cuando intento guiarle erróneamente hacia la izquierda él se resiste y va hacia la derecha. Visitamos las Rocas Lacacuyo, el templo de la luna y el Cristo blanco. Es festivo así que los descampados están llenos de peruanos que han venido a hacer picnic.
Bajo por las ruinas de Sacsayhuamán de vuelta al centro de la ciudad. Esta vez puedo ver la plaza de armas de día, sigue siendo igual de bonita con la Catedral de Santo Domingo, la fuente, la escultura al inca y las arcadas que la rodean. Descubro un Starbucks con sabores raros como Algarrobina, Manjar blanco y Lúcuma. Por supuesto los pruebo todos, la Lúcuma está deliciosa! Camino por la Avenida el Sol hasta correos, paso frente a la iglesia de Santo Domingo, las ruinas de Coricancha, me queda por ver la Plaza de la Almudena, el mercado de San Pedro. Es una ciudad bonita, tranquila, limpia y agradable con un sol que calienta pero no molesta. Está llena de casas postcoloniales mezcladas con referencias, esculturas, ruinas y pinturas incas.
Perú no es tan barato como su vecina Bolivia, la calidad de vida es diferente, hay menos gente vestida de forma tradicional, reciben más turistas, la cultura tradicional parece haberse mezclado con la moderna mientras que en Bolivia la una parece una evolución de la otra. Por 35 soles (10 euros) tengo un autobús nocturno de vuelta a Puno allí tendré que coger uno hasta La Paz donde me quedo un día para que México me reciba duchada y con ropa limpia